La frase más repetida sobre la estrategia dominicana ante la problemática haitiana es que “no hay un solución dominicana” para la compleja crisis de nuestros vecinos, que después de su Presidente de la República, han llegado a una peligrosa falta de institucionalidad en la que cuatro grupos de bandas armadas casi controlan el país.

Esa frase se ha malentendido. Se quiere entender como una forma de advertir que el problema de Haití no nos incumbe, que su descalabro institucional no tiene nada que ver con nosotros, y que nuestro gobierno no tiene nada que hacer para tender la mano amiga a vecinos, que no quieren ser ayudados, y no tiene capacidad para llegar a acuerdos sobre qué hacer con su país.

Otros –en una irresponsable actitud- se dedican a alentar la idea de que las bandas que controlan parte del espacio vecino nos amenazan, y el descontrol por la ausencia de institucionalidad y de instituciones rectoras del Estado, terminarán por estimular una oleada de haitianos que intentarán penetrar a territorio dominicano para escapar del desorden que allí existe.

No comparto estos enfoques irresponsables y politiqueros, que en algunos casos se utilizan como argumentos políticos contra el gobierno y para alimentar un nacionalismo trasnochado y absurdo que sirva como plataforma para buscar el poder, presentándose como salvadores de la amenaza a nuestra existencia que viene de Haití.

Sustentar que no existe “una solución dominicana”, es una forma de resumir la idea de que República Dominicana no tiene la posibilidad de asumir la responsabilidad de buscar una solución a los problemas del nuestro vecinos. Decirlo no pretende negar que debemos contribuir dentro de nuestras limitadas posibilidades a que Haití regrese al camino de la institucionalidad y la existencia como estado organizado. Que no podamos resolver el desorden no significa que no nos afecta Un solo dato: en los años 2012-2020 exportamos US$8500 millones a Haití. . Como país tenemos tareas que asumir.

Primero. Apoyar al Ministerio de Relaciones Exteriores y seguir insistiendo en todos los foros y los organismos para que la comunidad internacional auxilie a Haití. Organizar una campaña consistente y seguir buscando aliados para esto.

Segundo. Sellar aún más la frontera para que nuestro territorio no pueda ser utilizado como puente para alimentar el control de las bandas, y para desalentar el tráfico humano.

Tercero. Con la frontera asegurada, mantener la cadena de mercados que permite suplir a nuestros vecinos de alimentos y bienes que alivien la escasez.

Cuarto. Al mismo tiempo que se alienta y perfecciona el intercambio comercial, acentuar el control y la vigilancia en la frontera para impedir el tráfico ilícito de personas, armas, bienes y artículos prohibidos.
Quinto. Perfeccionar la coordinación de los ministerios de Relaciones Exteriores, Defensa, Turismo, Economía y otros, para impulsar el proyecto de desarrollo de la frontera.

No olvidemos que el descalabro final de Haití puede causar daños a nuestra proyección como destino turístico y retrasar el proyecto Pedernales y el desarrollo fronterizo.

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