La cultura nacional es machista practicante y además, “juvenista”. Encontrar trabajo traspasada la barrera de los 40 años, se hace cuesta arriba y mientras más baja en la escala social, más difícil. Esto aplica para hombres y mujeres por igual. Solo un padrinazgo efectivo puede neutralizar esa inclinación colectiva, a descartar los “pasado meridiano”. No es extraño escuchar expresiones de viejo de m….. viejo del c…., con sus dos acepciones para referirse a una persona cuyas canas debieran inspirar respeto. Somos los viejos, los que protagonizamos cuentos morbosos que terminan ridiculizando al protagonista por sus “vainas de viejo” o sus “incapacidades”. Un fenómeno que observo y que me llama poderosamente la atención, específicamente en las ferreterías, es la actitud de dependientes jóvenes que se creen poseedores de conocimientos técnicos recibidos de “Dios padre” que osan corregir a quienes tienen una vida asociada a la prática que precisa de herramientas y artículos de los vendidos en esta clase de negocios. Debe ser ocasión para que sicólogos y sociólogos, encuentren las bases y razones de esa práctica molestosa, pretendiendo pontificar como como dogma de fe, entendiendo que es una práctica generalizada y que conduce al prejuicio, cuando suponemos que todos actúan de igual manera. El conductor joven entiende que el “viejo” carece de su pericia y habilidades y quiere mostrar su “superioridad” con velocidad, lo que en múltiples ocasiones lo conduce al fracaso. Es común hoy, con la música urbana y sus mensajes malsanos, provocar el irrespeto a la persona mayor. La máxima de “las canas se respetan” parece haber desaparecido de la educación en el hogar. En mi infancia bastaba que un vecino, poseedor de canas y experiencias acumuladas, diera una queja o denunciara un exceso mío, para que mis padres tomaran acción, sin indagar mucho, con una correa ancha cuyo único uso fuera la práctica correctiva. Los que recomiendan los métodos modernos de crianza, tienen espacio para evaluar los resultados de las prácticas que sugieren. Sin abusar, entiendo “un pescozón” a tiempo evita muchos males futuros. El irrespeto a los maestros, guías en la formación de niños y jóvenes, nace en la propia casa, donde deben recibir los principios básicos que la escuela debe moldear. Para nosotros resulta sorprendente vivir la práctica de respeto a los mayores de culturas como la china. Se venera a los mayores entendiendo que contienen la experiencia de vida necesarias para la continuidad y a la vez son poseedores del acervo cultural. Es penoso que en el tiempo hayamos desarrollado una práctica negativa que la educación formal no ha sido capaz de corregir y que hoy hace crisis en nuestro medio. Llamo la atención a los encargados de trazar políticas nacionales, que es tiempo de revisar rutas de formación, cuyos resultados veremos dentro de plazo medio y largo. “Produzcamos” un dominicano mejor.

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