2017 terminará siendo el tercer año consecutivo en el que las exportaciones se muestran virtualmente estancadas. Pero la paralización no es sólo en el monto sino también en la composición.

Después de un período de recomposición que vio emerger nuevos productos de exportación que prometían liderar un cambio más profundo y radical, su comportamiento reciente ha terminado decepcionando. Al parecer entramos en un período de letargo potencialmente desesperanzador. Si no hacemos nada, nada cambiará.

Caída y rebote

El período 2007-2009 fue uno de intensa caída de las ventas al exterior. Cayeron en 17%. La revaluación del peso dominicano desde 2004, la crisis de las exportaciones de confecciones textiles que inició en 2006 asociada al cambio en las reglas del comercio mundial de esos productos, y la crisis financiera global de 2009 supusieron un duro golpe al comercio exterior. La participación del país en las exportaciones declinó de forma intensa. En 2008, había descendido hasta la mitad del nivel observado en 2000.

En 2010, sin embargo, inició un rebote, un período de recuperación que terminó en 2014.

En cuatro años, crecieron en 45%. Aunque en términos reales y per cápita, los poco menos de 10 mil millones de dólares exportados en 2014 fue apenas 6% más que el valor exportado en 2000, la recuperación constituyó un importante alivio para las cuentas externas, la disponibilidad de divisas, y la actividad productiva y el empleo en un importante número de sectores económicos. También es destacable que este crecimiento se dio en un contexto adverso marcado por una profunda y prolongada recesión internacional.

Las nuevas estrellas

Esa expansión fue protagonizada por dos grupos de actividades. Primero, las exportaciones mineras, principalmente oro, las cuales han adquirido un peso importante en el valor total exportado. Entre 2010 y 2014, las exportaciones de oro pasaron desde poco más de 20 millones de dólares hasta más de 1,500 millones, explicando casi el 50% del aumento total de las ventas de bienes al exterior. Segundo, nuevas exportaciones desde las zonas francas, en particular dispositivos médicos, artículos electrónicos, calzado, cigarros y confecciones textiles. Las actividades emergentes de zonas francas explicaron el 30% del aumento total de las ventas de bienes al exterior.

A éstas le había precedido el crecimiento y posicionamiento de dos grupos de productos: nuevos productos agrícolas, en particular banano y cacao, y en menor medida, vegetales y otras frutas como mangos y aguacates, y las exportaciones de manufacturas de la industria local hacia el mercado haitiano. Muchas de éstas últimas se parecen más a una venta local pero otras son exportaciones con todo rigor.

De esa forma, el oro, las nuevas exportaciones de zonas francas, los bananos, el cacao, los vegetales, y algunos productos industriales colocados en el mercado haitiano se convirtieron en las nuevas estrellas del comercio dominicano que reemplazaban las confecciones textiles, las cuales habían predominado por más de una década.
Muchas de ellas fueron éxitos inesperados y no derivaron de acciones deliberadas o estímulos específicos de políticas públicas. Las de oro fueron el resultado del disparo en el precio internacional del oro, varias de las de zonas francas derivaron de decisiones corporativas de empresas transnacionales de ubicarse en el país, y el crecimiento de las exportaciones hacia Haití fue en parte una consecuencia de la expansión de ese mercado y las ventajas de transporte.

Diversificación

A pesar de eso, los nuevos productos contribuyeron a diversificar de manera notable las exportaciones, a diversificar los mercados, a incrementar la intensidad tecnológica de los productos exportados, y a recuperar un poco el terreno perdido en el mercado internacional.

En el año 2000, el 45% de las exportaciones eran de confecciones textiles, y todas las de zonas francas explicaban el 83% del total. En 2014 las de confecciones se habían reducido hasta 12.5%, y el total de las de zonas francas cayó hasta 53%. Como contrapartida, en 2014 los nuevos sectores de zonas francas alcanzaron a explicar un 42% de las exportaciones, y los minerales, que en 2000 explicaron el 4% de las exportaciones, en 2014 llegaron a explicar más del 17%. Los bananos, que en el pasado tenían una participación muy pequeña en las exportaciones, explicaron el 3.3% de ellas en 2014, y las de cacao se duplican para alcanzar el 0.8%.

Además, se abrieron nuevos mercados. Mientras a inicios de la década pasada, cerca del 80% de las exportaciones tuvieron como destino el mercado de Estados Unidos, en 2014 fue de menos de 50%. Haití, por su parte, aumentó su participación desde 2% hasta el 14%, y Canadá, gracias al oro, pasó desde menos de 1% hasta 9%.

Los nuevos productos también hicieron la canasta de exportación de manufacturas más intensiva en tecnología (aunque eso no significa que los procesos productivos mismos que se hacen en el país son de ese tipo), mientras perdieron terreno los productos intensivos en trabajo y tecnologías y destrezas bajas. Esto se produjo principalmente por el efecto del aumento de productos como dispositivos médicos y eléctricos, y por el retroceso en las de ropa.

En 2000, las intensivas en trabajo y tecnologías y destrezas bajas representaron más del 73% de las exportaciones y las de tecnologías y destrezas altas eran el 15%. En 2014, las primeras se redujeron hasta 43% y las segundas se incrementaron hasta 35%. Usando otra clasificación, mientras en 2000 las exportaciones de manufacturas de tecnologías altas eran menos del 20% de las totales, en 2014 alcanzaron 37%. Las de tecnologías bajas bajaron desde 80% hasta 58%.

Estrellas que se apagan

Desafortunadamente, desde 2014, esas estrellas, antes fulgurantes, han dejado de brillar. Su ímpetu se ha venido apagando y han dejado a oscuras al comercio exportador.

Prácticamente nada ha sucedido desde esa fecha excepto que las exportaciones nacionales de productos industriales han declinado, principalmente por las restricciones de acceso al mercado haitiano (varilla, cemento, harina y pastas alimenticias) y por la caída de las ventas de azúcar. El resto se ha mantenido invariable.

Las de oro y minerales se han estancado, y las agrícolas también, influenciadas en parte por el embate de las lluvias en las plantaciones bananeras, y por el fiasco de la Mosca del Mediterráneo que arruinó la “fiesta” de las prometedoras exportaciones de vegetales a Estados Unidos. Las de zonas francas han crecido pero apenas a un ritmo medio anual de cerca de 2%, incluyendo las de calzados que eran una esperanza de un nuevo empuje al sector y al empleo en sentido general. Como reflejo, tampoco ha habido cambio en la intensidad tecnológica de la canasta de exportación.

Las opciones

Hay un régimen económico e institucional general que no ayuda a las exportaciones y que debe ser profundamente reformado, empezando por el funcionamiento del Estado en general y de la justicia en particular, que contribuyen a generar un clima tóxico para las inversiones. Además, el alto costo y la ineficiencia del servicio energético, el costo del transporte, así como los mercados oligopolizados y de alto precio constituyen elevados pesos muertos para cualquier actividad productiva, y contribuyen de forma decidida a mantener aterrizadas las exportaciones.

Pero más allá de eso, se pueden hacer cosas. Aunque con las exportaciones de minerales hay poco que hacer, más que robustecer el régimen de concesiones y de explotación, maximizar el provecho fiscal y fortalecer el cumplimiento de las normas ambientales, hay mucho espacio en la agropecuaria, en las zonas francas y en la industria.

Por ejemplo, en el agro, debimos haber aprendido que la vigilancia de plagas es fundamental, así como la protección de las cuencas para hacer menos vulnerables los cultivos. Otro factor es la asociatividad y la aglomeración de producción para abaratar la logística y el transporte. También la adopción de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) y el aprendizaje tecnológico, incluyendo aquellas que hagan los cultivos más resilientes al cambio climático.

En la industria, hacen falta políticas específicas de desarrollo productivo que faciliten el aprendizaje de las empresas sobre cómo producir con más eficiencia y calidad. También políticas que faciliten conocer y llegar a los mercados externos con más potencial, y que reduzcan trabas y que incentiven vender a las zonas francas.

En las zonas francas, hay que trascender la vieja política del “entren todos”, para lograr una con visión estratégica, que priorice las actividades y empresas que más interesan.
La evidencia es contundente. Lo que parecía no fue. Quedarse de brazos cruzados no es opción.

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