La autopista de las Américas: una historia y un destino

Cuando Pascal Santoni regresó al país en el año 1948 –tras recibirse con honores en la Maestría de Diseño y Construcción de Carreteras y Aeropuertos de la Universidad de Cornell, en Ithaca, New York–, no existían en el territorio dominicano&#82

Cuando Pascal Santoni regresó al país en el año 1948 –tras recibirse con honores en la Maestría de Diseño y Construcción de Carreteras y Aeropuertos de la Universidad de Cornell, en Ithaca, New York–, no existían en el territorio dominicano vías de doble calzada, como tampoco carreteras con la disposición geométrica para circular a 100 kilómetros por hora. Únicamente senderos tortuosos, estrechos y pobremente pavimentados atravesaban el espacio nacional en aquellas horas. Nuestras rutas terrestres no eran sino réplicas del ya envejecido arquetipo de camino que el ejército norteamericano de ocupación plasmara en la primera carretera Duarte, inaugurada en 1922.

La presencia de Santoni revolucionó el panorama de la ingeniería vial dominicana. A su paso por la Dirección de Estudios de Carreteras de la Secretaría de Obras Públicas cambiaron las normativas de diseño tanto como las especificaciones técnicas para materiales y procedimientos constructivos. Por primera vez se hablaba de radios mínimos de curvatura horizontal y se introducían espirales de transición entre las rectas y las curvas circulares. Por primera vez se mencionaban las distancias mínimas de visibilidad para frenado o adelantamiento. Por primera vez, en síntesis, se aplicaban en el país los criterios geométricos, funcionales y estructurales con que eran construidas las carreteras modernas. Fue como pasar, en un santiamén, de los “caminos de herradura” del siglo XIX a las autopistas de alta velocidad del siglo XX.

Los estudios y la construcción de la autopista de Santo Domingo a Boca Chica se realizaron en la década de los 50. Pascal Santoni tuvo a su cargo el diseño general de la obra y la supervisión técnica de los trabajos. Los resultados fueron sorprendentes. Un trayecto de 30 kilómetros, con geometría impecable y una magnífica superficie de rodadura, que podía recorrerse cómodamente en unos 15 o 20 minutos a través de calzadas independientes e integradas a un trazado panorámico, entre cocoteros y arrecifes, bordeando el Mar Caribe. Sin ninguna duda esta obra, ejecutada hace 60 años, constituyó el primer hito de modernidad de nuestro sistema vial.

En el año de apertura de la autopista (1956), la población del país ascendía a 2.6 millones de individuos y el tráfico diario sobre la flamante ruta no sumaba el millar de vehículos. Sesenta años más tarde, en el 2016, tan solo en la capital dominicana se alojan 3.5 millones de personas, con una cuarta parte de ese total avecindado en las orillas de aquel trayecto, bautizado hace tiempo como autopista de Las Américas.

El tramo inicial (de Santo Domingo hasta la estación de peaje en el kilómetro 20, frente a la entrada del aeropuerto) fue ampliado a seis carriles hace algunos años, con el objeto de dar cabida a un volumen de tráfico que hoy, en ese primer trecho, se acerca a los 50 mil vehículos diarios. También fue construida, en aquella ocasión, una vía marginal al norte de la autopista, destinada a limitar el acceso y a separar los movimientos de alta velocidad que suceden en la vía, de aquellos más pausados y de carácter netamente urbano propios del Santo Domingo oriental.

Sin embargo, en el sector que recorre del Aeropuerto a Boca Chica, y no obstante el drástico aumento de la población circundante, la autopista funcionó hasta hace poco tiempo con las características geométricas de 1956. La necesidad vital de circulación de las 160,000 almas que viven en los costados de este tramo de carretera (en las comunidades de La Caleta, Andrés y Boca Chica), sin existir facilidades mínimas para cruzar con seguridad a través de un denso flujo de tráfico de muy alta velocidad, ocasionó un número alarmante de accidentes. Cada año se repetían cifras similares: 50 o 60 personas fallecidas, junto a un centenar de colisiones con heridos graves y daños a la propiedad.

El Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, ante tal panorama, inició un plan destinado a la adecuación operativa y al mejoramiento estructural de este trayecto vial problemático. De manera general, las acciones y obras abarcan: la ocupación plena del derecho de vía (mínimo de 60 metros) que legalmente corresponde a la autopista; la construcción de vías marginales paralelas a la autopista, al norte y al sur, con el objeto de canalizar, distribuir y facilitar los movimientos de peatones y vehículos, que con altísimo riesgo atravesaban la vía; la construcción de dos distribuidores de tráfico (‘over-pass’), localizados en el acceso al Puerto Multimodal Caucedo y en la entrada a Boca Chica; la construcción de dos distribuidores de tráfico (‘under-pass’), en La Caleta y en Andrés; un retorno bidireccional, a nivel de tierra, en la proximidad de la entrada al Club Náutico; recintos para estaciones de autobuses, puentes para peatones y motocicletas, y otras obras.

A la par de estas acciones, se realizan trabajos complementarios para rehabilitar y mejorar los elementos constitutivos de la infraestructura: pavimento, sistema de drenaje pluvial, señalización horizontal y vertical, iluminación y dispositivos laterales para canalización y defensa del tráfico automotor.

Los beneficios económicos y sociales derivados de este proyecto son diversos y cuantiosos. En primer término, disminuirán los accidentes, cuyo costo anual supera los 20 millones de dólares en pérdida de vidas, secuelas de invalidez y daños a la propiedad. Las obras en ejecución, a la vez, reducirán los costos operativos de vehículos y facilitarán notablemente el trayecto al prescindir de semáforos y evitar interrupciones de todo tipo. Mediante un análisis de viabilidad de sesgo conservador se estimó que la Tasa Interna de Rendimiento Económico del proyecto supera el 50%, en tanto su Valor Presente Neto significa para la economía nacional una ganancia tangible que excede los 450 millones de dólares.

En la construcción del Corredor Turístico del Este (de Santo Domingo a Boca Chica, Guayacanes-Juan Dolio, La Romana, Punta Cana, Cap Cana, Bávaro, Miches y Sabana de la Mar) el Estado dominicano ha invertido cuantiosos recursos. Los frutos de esta acción se materializan hoy en obras de gran categoría técnica, con valores funcionales y estéticos que producen asombro a nativos y a extranjeros.

Ahora se trabaja para convertir la otrora hermosa carretera de Boca Chica –aquel milagro de los años 50 que ideara Pascal Santoni– en una confortable autopista urbana, con protección plena para la vida de sus vecinos y previsiones de comodidad y economía para quienes la utilizan. Celebremos, pues, la voluntad y el empeño del gobierno a favor de esta obra que, sin asomo de duda, habrá de originar la más espontánea y colectiva satisfacción ciudadana.

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