Ayuda que no ayuda

Los economistas definen como “ayuda externa” toda transferencia internacional de riqueza, de un gobierno a otro, o a través de agencias como el Banco Mundial.

Los economistas definen como “ayuda externa” toda transferencia internacional de riqueza, de un gobierno a otro, o a través de agencias como el Banco Mundial.Y la gente ve con buenos ojos que el mundo rico ayude al pobre. Suena lógico y bien intencionado.

Pero resulta que cuando los estudiosos del desarrollo analizan el impacto real de esta ayuda, quedan sumamente decepcionados.

Las grandes cantidades transferidas a gobiernos tercermundistas no han producido crecimiento económico significativo. En algunos casos, incluso, el ingreso real ha caído. Lo explican como sigue:

El mecanismo a través del cual el país rico ayuda al pobre, ignora el hecho de que tanto los que dan la ayuda como los que la reciben responden a sus propios intereses. Y estos intereses poco tienen que ver con desarrollar al pueblo en cuestión. Funciona más o menos así:

Por un lado está la institución que ayuda. Para ésta, el éxito es la erogación en sí misma. Desembolsar una gran cantidad de dinero le da visibilidad política y ruido mediático. Justifica su existencia.

Lo que haga el país receptor con este dinero no le importa tanto. Primero, porque le es difícil monitorearlo. Segundo, porque aún en el caso de detectar irregularidades, no le conviene denunciarlas.

Sería como propagar: “el dinero que regalé, que encima no es mío, sino de los contribuyentes, fue desperdiciado o robado”. Tanto es así que hasta se continuó dando dinero a Ruanda en pleno genocidio.

Por otro lado, está el que recibe el dinero. De todos es sabido que los países atados a la pobreza, lo están también a gobiernos corruptísimos. Sabiendo de antemano que no se les vigilará, no tienen motivación para no malgastar la ayuda recibida. La utilizan entonces para perpetuarse en el poder o para embolsillársela.

Es así como el dinero de contribuyentes en países ricos pasa a premiar gobiernos irresponsables  del Tercer Mundo, que nada hacen por los pobres de su país.

El corazón noble invita a ayudar. Pero la cabeza lo contradice cuando analiza la penosa realidad.

Con gobiernos corruptos y sin planes inteligentes contra la pobreza, la ayuda no ayuda. A veces, incluso, hasta perjudica.

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