Bálsamo social

Vivimos simultáneamente en dos mundos diferentes. En uno prevalecen las normas sociales. En el otro gobiernan las estrictas leyes del mercado.

Vivimos simultáneamente en dos mundos diferentes. En uno prevalecen las normas sociales. En el otro gobiernan las estrictas leyes del mercado. Las normas sociales se aplican a las relaciones con amigos y familiares. En este mundo, se hacen favores sin esperar un pago inmediato, se invita a cenar sin mencionar cuánto gastamos y se enamora la gente.

En el segundo mundo, en cambio, las relaciones están bien afiladas en términos de salarios, costos y beneficios. Se obtiene lo que se paga y punto.

Invadir el mundo social con normas económicas es insultante y poco delicado.  A un galán experimentado, por ejemplo, no se le ocurrirá jamás echar en cara a su pretendida lo que lleva gastado cortejándola. Pero introducir “detalles sociales” al mundo económico, por el contrario, sirve de mucho. Sobre todo en estos tiempos en que la creatividad humana, y no la máquina industrial, va contando cada vez más en la generación de riqueza.

Ante esta realidad, las empresas se están ocupando de lograr un balance delicado entre lo social y lo económico. Comprendieron que el salario logra su rol hasta un punto,  pero que el manejo adecuado de las prebendas sociales es lo que a la larga hace la diferencia en conseguir que los empleados se sientan motivados a crear,  sean leales y se identifiquen con la misión de la empresa.

El financista estrictamente racional las contempla como un desperdicio de dinero. Pero resulta y está demostrado que ese “desperdicio” en hacer sentir bien a la gente paga con creces.

El trato afable y considerado, el apoyo oportuno ante la enfermedad o desgracia, los beneficios adicionales como membresías en clubes, cupones en salones de belleza,  planes de retiro y celebraciones especiales  se hacen cada vez más presentes como bálsamo que suaviza, motiva e integra.

Ahora bien, el empresario debe calcular con extremo cuidado cuáles prebendas puede sostener en el tiempo. Porque una vez introducidas, no podrá removerlas sin erosionar de pésima manera el ambiente laboral. Tocados ya en su calidad humana, los empleados no aceptarán jamás volver a ser tratados como máquinas.

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