En Capotillo: “Lo que nos dan es tiros, bombas y drogas”

La muerte a tiros del joven Zuamy Encarnación, la madrugada del pasado viernes en Capotillo, reaviva los enfrentamientos históricos entre los cuerpos de seguridad del Estado y los residentes del populoso sector del Distrito Nacional.La…

La muerte a tiros del joven Zuamy Encarnación, la madrugada del pasado viernes en Capotillo, reaviva los enfrentamientos históricos entre los cuerpos de seguridad del Estado y los residentes del populoso sector del Distrito Nacional.

La calle 42, donde murió el joven de 31 años a manos de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) por supuesta vinculación con narcotráfico, en los años 90 fue escenario de luchas sociales en demanda de las necesidades básicas de la comunidad, pero actualmente es conocida por los “puntos” de drogas.

En julio del 2005, en esta misma calle, una patrulla de la Policía mató al alegado delincuente Luis Alberto Veras (Tito), de 18 años, durante un enfrentamiento a tiros. En el hecho resultó herido el raso Carlos Polanco.
Abel Rojas, conocido por participar en importantes reivindicaciones en favor de los intereses del sector ubicado al norte de la ciudad, rechaza los mecanismos de represión utilizados tanto por la Policía Nacional como por la DNCD.
Considera que la Policía solo ha cambiado su imagen, pero continúa aplicando los mismos métodos de represión de 30 años atrás en contra de los derechos y la dignidad de las personas.

“Aunque ahora está un poco más moderna, porque te ven por ahí, te montan en un vehículo y hacen un negocio contigo. Todavía en estos momentos ponen cinco y cuatro fundas en la cara con una cebolla dentro, dan golpe y torturan”, afirma. Explica que como líder comunitario ha pedido la cooperación de pruebas a jóvenes que han sido víctimas de atropellos por parte de los cuerpos del orden, pero estos se niegan por temor a represalias. Asegura que a los miembros de la DNCD no les conviene frenar la venta de drogas en el sector, porque se lucran del negocio. A su juicio, los jóvenes que se dedican a consumir y a venderla son víctimas del sistema “podrido”.

“Lo que pasa con Capotillo es que es un laboratorio de los Gobiernos, donde mueven drogas por dondequiera. Aquí no se mueve un gramo de droga, si no es movido por un coronel y un funcionario”, asegura.

Otros líderes comunitarios lamentan que tilden al sector de cuna de delincuencia. Rubén Tirado, de la junta de Vecino la Nueva Esperanza, indicó que la DNCD se ha convertido en el terror del barrio, desde que sus miembros empezaron a colocarle drogas en los bolsillos a los jóvenes del sector.

El dirigente comunitario dice no oponerse a que sometan a la justicia a quienes cometan hechos delictivos, pero exige de los miembros de seguridad un trabajo que no comprometa la tranquilidad de los residentes del sector.

“A los jóvenes de aquí cuando llegan a la edad de trabajar, nadie les da empleo por ser de la 42. Tienen que sobrevivir de algo, y si el Gobierno en vez de darnos fuete y matarnos, nos diera fuentes de empleos y lugares de estudios, el que quiera se sale de esto”, sostuvo. Mientras Ezequiel Rojas, de la Fundación Progresista por el Desarrollo de la Familia, asegura que si se trabaja de cara a la comunidad los jóvenes salen del flagelo, porque lo ha comprobado. “Pero el Estado lo que nos da es tiros, bombas y Drogas”, dice.

Iglesias alarmadas por situación de violencia 

El estado de violencia e inseguridad  preocupa a los líderes religiosos del sector. El pastor evangélico Reynaldo Reynoso lamentó que se haya creado la mala fama de que la mayoría de los jóvenes del Capotillo son delincuentes. Deploró el proceder de la Policía y la DNCD. Recordó que el año pasado Gregorio Javier Núñez, de la congregación, recibió un disparo por parte de estos agentes, sin justificación. Indicó que aunque el joven logró sobrevivir, el hecho dejó secuelas. De su lado el padre Wifredo Montaño,“padre de la alegría”, lamentó que los enfrentamientos afecten la imagen del sector. “Pensarán que somos Vietnam y nos tienen miedo y no es así, somos personas que lucha”. Deploró la “falta de “ética” de las autoridades a la hora de hacer su trabajo. Abogó ademas, por la mejoría de los servicios básicos.  

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