Cuando se esfuma la esperanza

La muerte de un niño a manos de otros niños es el trágico momento en que se esfuma la esperanza. Un muchachito, carajito, palomito…hijo…

La muerte de un niño a manos de otros niños es el trágico momento en que se esfuma la esperanza. Un muchachito, carajito, palomito…hijo de nadie, hijo de la intemperie y de la pobreza. Es la muerte de ese niño destrozado por sus compañeritos de infortunio un vivo ejemplo de hacia donde es que va esta sociedad. Es la caída del pistilo, de la cofia y del néctar que la vida dispone para una niñez que la sociedad no le ha dado oportunidades mejores a no ser salir por esas calles de Dios a exponerse y a ponerse con el sol… y creerán muchos que todo quedará resuelto con el apresamiento de los pequeños traidores que le dieron muerte, con apenas siete añitos, carajo…siete añitos y hubo de pisar asfaltos tibio por esos caminos por donde transitan la maldad y el demonio unidos en conjura contra la inocencia…y nos vendrán con que todo se resolvió.

Que los asesinos ya fueron encarcelados y todo sigue su curso, hasta la misma muerte que ahora veo en cada hijo, cada nieto o cada niño de esos que sin padres ni padrinos son tan niños como los míos, como los suyos, como los de la patria.

Y volverán…

Las oscuras golondrinas volverán como en regazo. De Los Miserables de Víctor Hugo, como en conjunción con Gustavo Adolfo Bécquer nos vendrán simples poemas o reseñas diseñadas por la inspiración que se nutre de realidades a veces indeseadas, pero que son parte de la historia que han inducido al hundimiento de sistemas y sociedades tan indolentes como la nuestra. Y entonces, ya veremos los teóricos con su blablablaaaa y los apologistas del sistema buscar la fiebre en la sábana para achacarles a los padres de esos “carajitos” toda la culpa de tanta indolencia obviando que corresponde al sistema y sus instituciones jugar el papel de protección infantil.

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