No debe quedar en el olvido

Hoy se recuerda la masacre del 9 de Febrero de 1966, cuando tropas de Estados Unidos, Brasil, Paraguay, Nicaragua, Honduras, El Salvador y policías dominicanos, dispararon indiscriminadamente contra cientos de jóvenes estudiantes universitarios…

Hoy se recuerda la masacre del 9 de Febrero de 1966, cuando tropas de Estados Unidos, Brasil, Paraguay, Nicaragua, Honduras, El Salvador y policías dominicanos, dispararon indiscriminadamente contra cientos de jóvenes estudiantes universitarios y de educación media, que de manera pacífica marcharon desde la Universidad Autónoma de Santo Domingo para reclamar primero que todo la salida de las tropas interventoras norteamericanas, bajo la pantalla de la Fuerza Interamericana de Paz (FIP), patrocinada por la Organización de Estados Americanos (OEA), entonces manejada a su antojo por el gobierno norteamericano. Era la época del garrote, durante la cual los Estados Unidos dirigían a su antojo a los gobiernos títeres de Latinoamérica.

Los jóvenes estudiantes, además de reclamar la salida de los interventores, exigían la entrega a la Universidad de la asignación mensual retenida desde el año anterior, el reconocimiento de parte del gobierno provisional de Héctor García Godoy del Movimiento Renovador y de las mismas autoridades académicas.

Era una marcha de la juventud estudiantil de alto contenido patriótico y responsabilidad cívica, que no sólo movilizó a los universitarios, sino también a los jóvenes de las escuelas públicas, muchos de ellos menores de edad.

Mientras los líderes estudiantiles todavía conversaban con las autoridades, la Policía Nacional, asistida por los interventores, que incluso se dice que lanzaron granadas de alta letalidad, desató una balacera que acabó con la vida de Miguel Tolentino, Luis Jiménez Mella y Antonio Santos y varios heridos, algunos de gravedad, entre ellos la adolescente Altagracia Amelia Ricart Calventi, quien resultó muy mal herida. Falleció días después. Otros dos jóvenes perdieron sus facultades motoras.

Fue una masacre que nunca debió ocurrir, y que no se debe olvidar. La Nación se levantó y protagonizó una extraordinaria protesta que se prolongó por varios días. El grado de indignación no podía ser menor.

Ahora, cuando se recuerda aquel doloroso acontecimiento, asumimos que nunca jamás se repetirá. La sangre derramada por los mártires de esa jornada patriótica y reivindicativa, jamás debe quedar en el olvido.

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