No tenemos que ser sociólogos para captar la realidad que vive nuestra sociedad, este miniuniverso de la aldea global que es hoy el mundo, aunque si es tarea de los sociólogos analizar las causas y las repercusiones que puede producir el comportamiento anormal de la gente sobre la convivencia y el destino colectivo de nuestro pueblo.

Vivimos en un mundo exasperado por el desquiciamiento social, que va más allá de nuestras fronteras.  El desbordamiento del odio y la violencia se pueden palpar en todas las actividades humanas.  Probablemente, en el seno de esa irritabilidad estén las carencias, las dificultades económicas, el afán desmedido del lucro, la búsqueda desesperada del placer instantáneo, el desenfreno sexual, la codicia, la avaricia, el uso y abuso de las drogas ilícitas y la inseguridad pública generada por el crimen organizado.

Ese clima de desconfianza e inseguridad que ha exacerbado la crónica “paranoia” de los dominicanos, que ven en todo “un gancho”, de que nos hablaba mi querido compañero de aula y colega, el Dr. Antonio Zaglul, probablemente tenga origen, entre otras muchas causas, en el consumismo que devora al mundo desde hace mas de 6 décadas, y en el “relativismo” del mundo moderno, que ha dado las espaldas a Dios, y que acomoda a su conveniencia los valores éticos y morales, ignorando las normas de convivencia pacífica, porque para mucha gente de la presente generación “el fin justifica los medios”.

Este cuadro que hemos descrito cabe dentro del contexto del estrés psicosocial, porque se ha convertido en una amenaza a nuestra salud y a nuestra integridad colectiva, poniendo en juego la paz y la seguridad.  Nuestra sociedad, el tejido social, está enferma.

Solo la comprensión, la tolerancia, la prudencia, la continencia, la moderación, el respeto recíproco inspirado en el bien común y el amor, podrán ayudarnos a rescatar los mejores valores de nuestra sociedad y sacarlo de la deplorable espiral de odio que amenaza a la integridad de la familia dominicana.
Héctor E. Mateo es médico cardiólogo

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