Hechos, no palabras

La lluvia nos “paró la fiesta” y tuvimos que empacar las ansias por salir de excursión. No fue gracioso enterarme a…

La lluvia nos “paró la fiesta” y tuvimos que empacar las ansias por salir de excursión. No fue gracioso enterarme a las 5 de la mañana, cuando -afanada en la cocina con el desayuno y el agua tibia a fuego de estufa para ducharme- al ver que nadie se levantaba (teníamos que estar en las oficinas del Ministerio de Turismo y Medio Ambiente a las 6 am) le pregunté a mi hermana el por qué. Todos sabían de la suspensión citada menos yo. Además del desvelo, perdí el tema para postear en este blog. Apagué la estufa, comí un trozo de pan con queso y volví a la cama. ¡Qué remedio!

Llegó el lunes. Tenía que estar a las ocho de la mañana en Pantoja para un trabajo de investigación de la universidad. En mi mente merodeaban varias ideas, pero ninguna me conquistaba, ni me inspiraba. A bordo de una guagüita en el camino de vuelta al trabajo, recordé las sonrisas de estas dos niñas que aparecen al pie de este escrito, que se acercaron a mí para que las fotografiara mientras capturaba los tristes paisajes de este paraje, sin calles, ni salubridad, ni agua potable, ni nada. Un campito que parte el alma a unos 20 minutos de la gran metrópoli citadina, preñada de “moles”, vehículos de lujo y ropa de marca.

Rosaina y Yudelka son residentes en lo que le llaman “El Kilombo”, zona que alberga casas en barrancones y que cuando llueve se transforma en un pantano porque se inunda de agua y el terreno se vuelve melcochoso. Es aquí donde “la gente vive porque sabe que vivir es lo más importante”, contó con aire triste Jesús Reyes, quien me sirvió de guía en aquel lugar enlodado de miseria y olvido.

Las niñas piden una fotografía justo antes de marcharnos. “Cómo no”, dije para mis adentros. Sonrieron a la cámara con tal ternura, que tenían la fuerza de conmover el corazón del más recio. Sorprende como a pesar de estar confinadas a vivir entre tantas necesidades, son capaces de irradiar alegría. Su inocencia es el escudo que les protege de tanta malicia y les permite ver en aquel meollo de inmundicias e injusticia, un mundo feliz.

Qué gran lección me llevé guardada en mi corazón. Me levanto todos los días y lo primero que hago es dar gracias a Dios por todo y me prometo poder hacer algo para, con algo tan sencillo como una fotografía, llevar alegría a quienes lo necesiten. Porque de eso se trata la vida: de dar a los demás, de aportar algo de equidad social entre tanta desigualdad. De generar sonrisas, momentos que nos hagan sentir orgullosos de estar vivos. En vez de quejarnos tanto, ponernos en marcha y obrar. Que amemos al país, a la pareja, al compañero, lo que sea, con hechos, no solo palabras.

Twitter de Nazaret: @NazaretEspinal

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