Mercado del amor

Después de su segundo divorcio, un profesor de Stanford comienza a utilizar portales de Internet para conseguir pareja. Economista al fin, se pone a analizar cómo los principios del mercado se aplican también a la búsqueda amorosa.Constató,…

Después de su segundo divorcio, un profesor de Stanford comienza a utilizar portales de Internet para conseguir pareja. Economista al fin, se pone a analizar cómo los principios del mercado se aplican también a la búsqueda amorosa.

Constató, por ejemplo, que con tal de que sean lindas, a los hombres no les importa tanto que las mujeres sean un poco brutas. Ellas, en cambio, los prefieren ricos y espléndidos. Y por esa razón, los hombres exageran su fortuna, y las mujeres mienten sobre sus atributos y su edad. Tal como hace la publicidad para vender bienes y servicios.

También se dio cuenta de que si existiese para cada cual un alma gemela, como creen los románticos, sería imposible encontrarla. Habría que buscarla entre millones de personas, muchas de ellas lejanas y desconectadas, al mismo tiempo que se trabaja y se realizan otros quehaceres. La búsqueda es costosa y el tiempo no alcanza. Así que lo que hace la gente es transarse con “lo mejor que aparece”.

En lenguaje económico esto significa “maximizar utilidad”, que no es más que adquirir, no lo que hubiese sido perfecto, sino lo que da mayor satisfacción dentro de las limitaciones de tiempo y dinero. Precisamente por esos “costos de búsqueda” es que existe también el “desempleo amoroso”: hombres y mujeres atractivos que permanecen solos, no porque no sean valiosos, sino simplemente porque no se encuentran entre sí. Les pasa como a esas propiedades espectaculares que no logran venderse, y como a gente muy preparada que no encuentra trabajo. El profesor observó además que, estando ya en la relación, la gente se la pasa implícitamente eligiendo entre lo que tiene y lo que pudiese encontrar, tomando en cuenta lo que “cuesta buscar” y el riesgo de terminar con algo peor. Aquéllos con menor probabilidad de quedarse donde están son ésos cuyos “costos de búsqueda” son bajos: o no tienen nada mejor que hacer que estar chequeando perfiles o aman la búsqueda per se. Los menos aventureros deciden más fácilmente tranquilizarse y amar lo que tienen. Parecería entonces que hay mucho de “Economía” en las decisiones amorosas. Aunque no sea muy romántico reconocerlo.

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