La necesaria reconciliación

El malestar entre la Policía de Nueva York y el alcalde Bill de Blassio es más preocupante de lo que parece. Ya se ha reflejado en disminución de los servicios de seguridad a los neoyorquinos. Es decir, que estamos jugando con candela. Es ingenuo&#8230

El malestar entre la Policía de Nueva York y el alcalde Bill de Blassio es más preocupante de lo que parece. Ya se ha reflejado en disminución de los servicios de seguridad a los neoyorquinos. Es decir, que estamos jugando con candela. Es ingenuo pensar que semejante conducta sea algo improvisado. Más bien parece una acción dirigida y estimulada por sectores adversos al novel alcalde demócrata, a quien el populismo lo llevó a solidarizarse tanto con las marchas antibrutalidad policial que quizás olvidó su papel como jefe de gobierno. Claro, tampoco ese gesto político podía interpretarse como una inducción a la violencia callejera. Como máxima autoridad su papel es hacer que los manifestantes bajen la guardia, y realicen sus protestas en forma pacífica. Y eso fue lo que hizo.

Es obvio que quería aplacar las protestas. La interpretación hiperbólica del líder del sindicato de patrulleros Patrick Lynch de que el alcalde ”tenía las manos llenas de sangre” pareció una figura retórica que buscaba llamar la atención. Y lo logró. Pero es extremista y desacertado ver al alcalde como culpable del asesinato de dos oficiales, el latino Rafael Ramos y el asiático Wnjian Liu, víctimas de la acción descabellada de un experimentado delincuente de Baltimore, quien proclamó que vino a vengar la muerte de los afroamericanos asesinados por los policías Michael Brown y Eric Garner, en Missouri y Stant Island.

El populismo del alcalde, acostumbrado desde la oposición a participar en marchas contra la violencia y la brutalidad policial, lo llevó a pronunciarse contra el racismo en forma inadecuada. Su papel como estadista de una ciudad vigilada por más de 35,000 policías, quedó entredicho cuando habló de que el racismo tocaba las puertas de su casa. Y que pedía a su hijo Dante que no se moviera si fuese detenido por la Policía. Ese pronunciamiento le ha costado caro. Solo tenía que pedir justicia para el caso Garner. Dos veces ha sufrido el desaire de los agentes al darles la espalda durante los funerales de los oficiales víctimas de la peor confrontación racial que haya sufrido la ciudad desde las manifestaciones conducidas por Malcom X, Rosa Park y Martin Luther King en 1960.

Pasados los funerales, es necesaria la reconciliación total entre las fuerzas policiales y su alcalde. No es justo que siga el desgano, una especie de huelga de brazos caídos, de los patrulleros que disminuyó las multas por orinarse y beber alcohol en las calles en un 94%, los arrestos por drogas en 84%, algo que el influyente diario The New York Times ha calificado como “repugnante e inexcusable”. Descuidar los servicios de seguridad no es una buena tarea ciudadana. Mucho menos mantener la tensa relación con el alcalde. Hay que decir “borrón y cuenta nueva”. El racismo es una pelea permanente. Este es sólo un capítulo más que deberá llevar a mejores leyes para castigar los abusos contra las minorías y garantizar justicia para negros y latinos, en fin, para todos. 

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas