Penoso desencuentro

Al mismo tiempo que miles de personas buenas en lo que hacen y con gran potencial sufren la agonía de no conseguir una ocupación digna, muchos empresarios se quejan de que no encuentran el tipo de empleado que realmente necesitan. Y muchos puestos&#8230

Al mismo tiempo que miles de personas buenas en lo que hacen y con gran potencial sufren la agonía de no conseguir una ocupación digna, muchos empresarios se quejan de que no encuentran el tipo de empleado que realmente necesitan. Y muchos puestos quedan vacíos.

Estudiosos del mercado laboral señalan varias situaciones como responsables de tan penoso desencuentro.

Unos dicen que el sistema educativo es tan malo, que los estudiantes se gradúan sin las habilidades, cada vez más sofisticadas y específicas, requeridas para el empleo.

Pero si nos adentramos en la realidad empresarial resulta que lo que está faltando no son tanto las destrezas académicas, sino las actitudes relacionadas al carácter, como la motivación y la disciplina.

Otros sugieren que el proceso de contratación es un absoluto desastre. Personas capaces, que no han tenido el honor de hablar con nadie, estarían siendo descartadas por caprichosos sistemas automatizados, que se atreverían a exigir a un ingeniero que supiese mecanografiar 65 palabras por minuto. No obstante, la automatización del proceso no basta por sí sola para explicar el fenómeno en cuestión.

Lo que sí parece ser más determinante es que los empleadores se han vuelto demasiado difíciles, exigiendo que un chico recién graduado tenga experiencia laboral, o que se dé un “perfect match” entre empleado y puesto como si se tratara de la pieza de un motor.

La mayoría no está dispuesta a incurrir en los costos para entrenar a su nuevo personal y moldearlo a sus necesidades porque prefiere encontrarlo “a la medida” y porque teme que si lo hace, termine marchándose a la competencia.
Todo esto es comprensible, pero la verdad es que no les queda más remedio que arriesgarse y hacerlo, si quieren marcar la diferencia y sobrevivir en el mercado. Encima de todas las demás cargas, les toca esta también.

Y no solo ésta, sino además involucrarse directamente en el proceso de contratación porque al fin de cuentas es el carácter y el espíritu de la persona que tengan enfrente lo más importante. Y para detectarlos ayudan más los instintos que los logaritmos.

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