La frase, con signo de admiración y todo, que sirve de título al presente artículo viene a cuento a propósito de toda la parafernalia que en las últimas semanas se puso en el panorama del boxeo local tras el anuncio -y extenso cacareo- del combate que debieron protagonizar dos de los más capacitados boxeadores dominicanos.
Me refiero a la pelea, que tenían en agenda el dos de marzo en el Palacio de los Deportes Virgilio Travieso Soto, Joan Guzmán y Víctor “Mermelada” Cayó.
Fanáticos del boxeo no se cansan de preguntarme por qué “tantos problemas, chismes y alboroto, para realizar una pelea entre Joan y Mermelada Cayó”.
Además, a través del programa Momentos del Boxeo -que cada sábado en la tarde se transmite por CDN, canal 37- decenas de llamadas hacen seguidores de ambos púgiles pidiendo la pelea. Cuando ya se tenía la “certeza” de que el combate era una realidad, llega la negativa noticia de que “ya no va la pelea”. El apoderado de Joan, José Núñez ofreció la información a la sección de deportes de elCaribe.
Según Núñez, la compañía Acqvinipy-Sport, promotora que recientemente compró los derechos de Guzmán y cuya franquicia es de factura estadounidense, decidió cancelar la importante pelea.
La realidad es que hay un impasse que tiene como protagonistas a Henry Ribalta, ejecutivo de Acqvinipy-Sport, y Sampson Lewkowicz, reputado promotor uruguayo, residente en Las Vegas, Nevada y quien dirige la carrera -a nivel comercial- de Cayó, quien tiene como mánager a César Mercedes.
Y ahora, ¿qué?
Cayó, pese a sus dos amargas derrotas -ante Marcos Maidana y Lamont Peterson-, sigue siendo un púgil de mucho respeto. Y, además, con un futuro que nadie debe poner en cuestionamiento.
Como ya es un hecho -muy lamentable- que Joan y Mermelada Cayó no irán el dos de marzo al cruce de guantes, lo que les queda a estos dos estelares peleadores criollos es continuar sus respectivas carreras…
¡Y que les vaya bonito! l
