Seamos pastores, no ovejas

En momentos de tensión social, dejamos en ocasiones nuestra individualidad y nos convertimos en masa, y a la muchedumbre se le convence más…

En momentos de tensión social, dejamos en ocasiones nuestra individualidad y nos convertimos en masa, y a la muchedumbre se le convence más fácil que a cada uno en particular. Cuando hay crisis moral y/o económica, solemos ver las cosas de forma radical.

O se es bueno o se es malo. El arcoíris apenas tiene dos colores. Nada es término medio, nada es equilibrio. Quien opina diferente es nuestro enemigo, y no dudamos en ofenderlo y desahogarnos contra él. La inseguridad, la impotencia y el desengaño que se apoderan del escenario impactan en nuestro juicio y no pocas veces lo obnubilan.

Las pasiones ciegan, limitan nuestro criterio y provocan que expresemos cosas tal vez sin tener base, pero lo hacemos porque es la moda, aunque internamente y muy escondido reconozcamos que en parte o en mucho podemos estar equivocados. Los seres humanos nos desvivimos por seguirle la corriente a lo que está en boga.

Y buscamos al culpable de nuestro triste estado de ánimo, que alguien debe sufrir y pagar por todo lo que nos ocurre, incluso por nuestra mala suerte en el béisbol. Al acusado de nuestras desdichas no le admitimos luces, solo sombras. Todo odio se concentra en esa persona, aun haya sido amada y admirada en el pasado. Craso error conductual.

Y en esas circunstancias aparecen los que quieren dirigir la ola, sin ni siquiera ser agua. Algunos lo hacen hasta con cierta buena fe, aprovechando una coyuntura que estiman irrepetible para sus propósitos políticos, personales y de ego, sin entender que la fogosidad colectiva, en especial la nuestra, es de corta duración. He aprendido, a través de la historia, que solo llegan lejos y se mantienen a pesar de las adversidades los liderazgos que traspasan las coyunturas, o que las atrapan y no las dejan escapar.

Cuando observo lo que ocurre en la sociedad, trato de analizarlo desde una perspectiva serena, aunque me equivoque muchas veces, porque nadie es totalmente objetivo e imparcial, por más que lo intente o lo pregone. Eso sí, me preocupo por no apasionarme, que los fanatismos no van conmigo, e igual evito a los “sabelotodo”, a los que tienen ínfulas mesiánicas, a los que juran que solo existe una verdad: la suya.

Lo importante es tener convicciones. El que no sabe lo que quiere es débil y, en consecuencia, candidato a ser moldeado al antojo de otros. Evitemos que alguien alegremente arrastre nuestros pensamientos y acciones. Seamos pastores, no ovejas. Alimentémonos espiritual y académicamente. Tratemos de caminar libres y sanamente por el sendero de la superación integral. En estos tiempos de tormentas, alejémonos del mundanal ruido y dirijámonos hacia puerto seguro.

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