La terquedad incontrolable

La vigencia pública de Joaquín Balaguer durante más de 50 años creó la falsa percepción de que era un político infalible.

La vigencia pública de Joaquín Balaguer durante más de 50 años creó la falsa percepción de que era un político infalible. Como estadista perfecto, Balaguer era visto y promovido como el mandatario insustituible. Con esa visión caudillista permanente,  aplastó a todo aquel que intentó hacerle sombra. Nunca vio con buenos ojos a los dirigentes reformistas que intentaron sustituirlo en el poder, como Víctor Gómez Bergés, Fernando Álvarez Bogaert, Francisco Augusto Lora y Jacinto Peynado. “Que Balaguer aspire mientras respire”, repetían sus eternos adulones. Como siempre estaba abierta al continuismo, la Constitución era su aliada estratégica. El caudillismo enfermizo de Balaguer lo hizo unificar la oposición y caer derrotado dos veces: 1978 y 1982.

Leonel Fernández está contagiado con el mismo quebranto crónico: quiere ser Presidente de la República mientras vida tenga. Gobernó 12 años con el mismo librito de Balaguer y ahora quiere vender su liderazgo como mesiánico, imprescindible, insustituible. Tres oportunidades fueron más que suficientes para satisfacer el ego de cualquier ser humano normal que anhelase la gloria de gobernar su país. Como la Constitución del 2010 fue intencionalmente modificada para abrirle paso a sus aspiraciones infinitas, Leonel Fernández entiende que es un líder imprescindible para la estabilidad política y social de la República Dominicana. Nada más falso. Sus gobiernos fueron buenos en subir la pobreza extrema y la exclusión social. Más del 50% de la población dominicana, sobre los seis millones de ciudadanos, saben lo amargo y dolorosos que fueron sus mandatos, no importan los metros ni las obras físicas.

Danilo Medina es el mejor ejemplo de que sin Leonel Fernández el país camina mejor. Y las encuestas muestran que es así con el 51.6 para Danilo Medina y el 18% para Leonel Fernández. La guerra a lo interno del PLD está al rojo vivo. Y todo porque Fernández no perdona a Danilo su avanzada visión de estadista.

Después de su desastroso manejo en educación, donde la sociedad civil tuvo que arrancarle el 4%; después de su pésimo manejo de la crisis eléctrica, empeorada en vez de mejorada, y luego de su fatal contrato con la Barry Gold y los grandes escándalos de corrupción, Leonel Fernández tiene muy poco que ofrecer a la sociedad dominicana que sea creíble, confiable, en materia de progreso, avance y bienestar social.

Sobre Leonel Fernández se cierne la amenaza de una aplastante derrota en 2016. Porque representa lo más atrasado del peledeísmo gobernante. El repudio nacional que cosechó Balaguer con su terquedad política solo impulsó el Acuerdo de Santiago. La tasa de rechazo de Fernández es fuerte y provocará el efecto unificador de la oposición. Obstruir la marcha de un nuevo liderazgo partidario le puede costar caro. Lo menos que le espera es la ruptura de la frágil unidad interna del PLD. Y hacer que lo imposible ocurra: que la oposición logre unificarse. Estamos frente a un enfermizo caudillo incontrolable, con ambiciones desmedidas, que no entiende la marcha de la historia. Ignora por completo que su carnaval pasó. Aquel caudillismo está desfasado. Con Balaguer no había Internet, redes sociales ni teléfonos celulares. Había muy poco acceso a la libre expresión.

Si Leonel Fernández persiste en su terca postura, pronto el tiempo dirá si después de tantos fracasos, ¡con tres mandatos no basta…!

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