Tributo a un hombre íntegro

Vivimos en una sociedad de consumo, en la que cada día importa menos la verdad o la trascendencia de las cosas y se privilegia lo superficial,…

Vivimos en una sociedad de consumo, en la que cada día importa menos la verdad o la trascendencia de las cosas y se privilegia lo superficial, lo que está de moda o lo que por crear morbosidad genera atención del público.

Verdaderos héroes viven en el olvido y falsos ídolos con los pies de barro, ocupan importantes espacios en los medios y son seguidos e imitados por miles que se deslumbran con el brillo de sus éxitos y no buscan la luz de sus virtudes.

Y es que para algunos el éxito depende exclusivamente del tamaño del patrimonio, aunque afortunadamente para otros, es más que eso, es poder trascender ganándose el respeto de sus pares por una vida útil fundamentada en valores.

Aunque pudiera parecer que este es un mal de nuestros tiempos modernos no es así, es tan viejo como la historia de la humanidad.

Francisco José Castillo Caminero, cariñosamente Frank, es un vivo ejemplo de una vida pródiga en valores que se ganó el respeto y el cariño no solo de sus pares, sino de aquellos que por distintas coyunturas vividas tuvo de frente.

Era un hombre sabio, de sólida formación académica y una gran curiosidad intelectual que lo llevaba continuamente a mantenerse leyendo e investigando sobre los temas que lo apasionaban: la economía y la política.

A pesar de la importante posición que ocupaba como vicepresidente ejecutivo del Consejo Nacional de la Empresa Privada (Conep), siempre fue un hombre sencillo y humilde, que propiciaba la conciliación y que jamás buscó protagonismos.

Vivía constantemente preocupado con los temas nacionales, de muchos de los cuales le había tocado ser actor en la búsqueda de soluciones y a los que dedicó gran parte de su vida hasta que una repentina y aciaga enfermedad le impidiera seguir haciéndolo.

La honestidad es una cualidad tan escasa, que en la antigua Grecia, Diógenes salía con una linterna encendida a plena luz del día para buscar hombres honestos. Y Frank era uno de esos hombres honestos, persona íntegra plenamente consciente de sus deberes e incapaz de cometer cualquier acto reñido con la ética.

Pero también fue un hombre generoso, siempre dispuesto a compartir sus experiencias con las nuevas generaciones, muchas de las cuales influenció erigiéndose en un referente.

Su vida es un verdadero ejemplo de buena conducta como ser humano, profesional y ciudadano, que disfrutó de la consideración de todos los líderes de nuestra sociedad e incluso de muchos fuera de nuestro país. Y es que Frank siempre supo defender con gallardía y lealtad los intereses que representaba, sin traicionar sus principios ni ofender a nadie.

Ante tantas frustraciones por conductas reprochables y fortunas mal habidas que constituyen malos modelos en nuestra sociedad; la trayectoria de vida de Frank es un oasis refrescante dentro del desolador panorama de un desierto de virtudes y valores en esta civilización, que con mucha propiedad ha sido bautizada como del espectáculo.

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