El turno del “Gran John”

Tarde o temprano, la vida le presenta a cada ser humano la oportunidad de reivindicarse, un momento anhelado para erradicar del registro esa nota discordante que se mantiene vigente, una especie de latido impenitente con una coraza de hiel.

Tarde o temprano, la vida le presenta a cada ser humano la oportunidad de reivindicarse, un momento anhelado para erradicar del registro esa nota discordante que se mantiene vigente, una especie de latido impenitente con una coraza de hiel.

Ese momento le ha llegado a John Lackey.

“El Gran John”, como le llaman al espigado lanzador de 6´-6´´ de estatura, recibió un mar de críticas por el pobre comienzo de su contrato por cinco temporadas y 82 millones de dólares con los Medias Rojas. La situación empeoró cuando tuvo que pasar por el quirófano.

En un mercado grande como Boston, la orden del día es ser incisivo, martillante, mordaz y eso incluye a seguidores y medios.

Lackey viene de una buena actuación en la serie regular. Sus números (10-13, 3.52)  no dicen lo bien que lanzó. Ha estado bien en la postemporada y esta noche tiene la responsabilidad de guiar a Boston hacia su tercera corona desde 2004 y a lo que podría ser la primera celebración de los Medias Rojas en su casa del Fenway Park desde 1918.

Ha escuchado las críticas. De eso no hay dudas. Que un atleta dice que no le presta atención a lo que se comenta eso no significa que no sepa lo que se habla sobre su persona. Una cosa es que no le perturbe, otra que alegue desconocimiento del tema.

Tras lanzar una entrada (octavo episodio) clave en relevo en el cuarto partido de la Serie Mundial (el segundo en la casa de los Cardenales), le preguntamos que si seguía en agenda que trabajara de nuevo y su respuesta fue la clásica de un competidor.

“Voy a lanzar de nuevo. Eso no está en duda”, dijo el serpentinero con su marcado acento texano.

Su rival será Michael Wacha, la sensación de la lomita de los Cardenales, un hueso duro de roer que tampoco muestra miedo alguno en la lomita.
Pero por primera vez en mucho tiempo, Lackey, el ganador del séptimo juego de la Serie Mundial de 2002 para Anaheim, tiene la gran oportunidad de exorcizar unos demonios que le persiguen desde que pactó con Boston.

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