José Francisco Madé es el cabo de la Policía asesinado por nada el pasado domingo, por dos desalmados en Los Alcarrizos. En un tapón, dos individuos se acercan en una motocicleta, inexplicablemente golpean su vehículo en el bonete, él junto a su hermano les inquieren y la respuesta fue la descarga mortífera de plomo. Esos criminales troncharon las esperanzas, la vida de un joven que intentaba hacer carrera en la Policía y superarse profesionalmente. Estudiaba Derecho en la Universidad del Caribe (Unicaribe).
Madé es una cifra más en los reportes de homicidios. Mientras tanto, su esposa, su madre, sus hermanos, están desgarrados. Su compañera de vida, con sus dos pequeños, ahora debe afrontar la crianza de los mismos y ver cómo se enfrenta a la nueva situación.
Queda entre sus compañeros de Unicaribe el desconcierto y el dolor. El muchacho humilde que a veces llegaba en un motor para internarse en un aula en la persecución de sus sueños. Lo reconocen como uno de los más sobresalientes, pese a las limitaciones con que se desempeñaba.
Una tragedia que por el dolor de sus compañeros de universidad llega hasta nosotros, hasta Uds. Una víctima sin más dolientes que sus cercanos. Un policía asesinado en medio de este drama de la criminalidad que se anida entre los dominicanos.
Es que nos hemos acostumbrado a ver la sangre correr como parte de la cotidianidad, hasta que la herida no nos toca de alguna manera.
¿Qué motivos podían tener para disparar contra un joven que simplemente se sintió agredido y cometió “el error” de pedir explicación?
Son los hechos que obligan a las autoridades a hacer compromisos mayores para detener esta hemorragia. Los ciudadanos mismos vernos en cada caído. Recuperar el mínimo sentido de humanidad. Comprender que debe ser la vida y no la muerte la rutina en nuestras calles y campos.
Cada caído duele. Sobre todo, cuando son víctimas inocentes.
