Voces que claman por el bienestar de la comunidad

“No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. Con esta frase de John F. Kennedy comienza el decálogo del buen vecino por el que se rigen los residentes de El Port

“No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. Con esta frase de John F. Kennedy comienza el decálogo del buen vecino por el que se rigen los residentes de El Portal y Atala, cuyos residentes no se sientan a esperar a que las autoridades les resuelvan sus problemas.
Allí, al igual que en casi todos los sectores, sus moradores reclaman servicios básicos como agua potable, electricidad, la recogida de basura, así como los problemas de calles y alcantarillado, cuya solución casi siempre es canalizada a través de sus juntas de vecinos.

Estas organizaciones de base comunitaria constituyen la voz de los moradores de los barrios y sectores, que cargan sobre sus hombros la responsabilidad de elevar sus demandas ante las dependencias gubernamentales correspondientes.
Pero también juegan una labor de integración y preservación de la convivencia entre los residentes de una demarcación geográfica.  

Origen
Uno de los principales impulsores de estas instancias de participación ciudadana fue el fenecido líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), José Francisco Peña Gómez, quien como síndico del Distrito Nacional (1982-1986) promovió el fortalecimiento de las juntas de vecinos para trabajar junto al Cabildo en beneficio de la comunidad.

Peña Gómez  puso en práctica los primeros mecanismos institucionales de participación de la comunidad en la gestión pública.

Ejemplo a seguir
En las urbanizaciones El Portal y Atala, los vecinos son proactivos y portadores de soluciones.

Luchan por mantener coexistencia armoniosa entre sus moradores de cuatro generaciones donde todavía consideran que el familiar más cercano es el vecino.
Evelin Plácido Almonte, encargada de participación de esta junta de vecinos, dice con orgullo que sus residentes se rigen por reglas y normas que les ayudan a la buena convivencia comunitaria.

“Aquí nadie tira basura en el zafacón si no está en fundas cerradas. Nosotros reciclamos los periódicos, porque este es un sector de mucha lectura, por aquí no hay colmadones, porque nosotros no permitimos la bulla, tenemos muy buena comunicación ya que hemos logrado integrar a cuatro generaciones, estamos muy organizados”.

La dirigente comunitaria afirma que sus residentes son altamente contributivos y cumplidores con el pago de impuestos y servicios, ya que entiende que “para exigir hay que cumplir”.

En una sociedad que cada vez restringe sus hábitos de convivencia por el auge de la delincuencia, que obliga a los ciudadanos a recluirse en sus respectivas viviendas; en estos sectores de clase media todavía la gente tiene la costumbre de reunirse para compartir aficiones, como el juego de bingo, una taza de café o simplemente hablar de los temas cotidianos mientras barren el frente de sus casas.

Ataúdes y recetas
En la zona norte de la capital, el impacto de las organizaciones comunitarias es altamente significativo.

Allí, donde la pobreza golpea con fuerza a sus moradores, sus dirigentes comunitarios se mantienen lidiando con los reclamos de una población carente de casi todo.

Josefina de Jesús, presidenta de la junta de vecinos La Esperanza de los Pobres, del barrio Capotillo, afirma que los resultados de sus luchas se han visto materializados en la construcción de seis escuelas, sin obviar asuntos más cotidianos como un ataúd o una receta  médica para los que no tienen los medios para conseguirlos.l

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