Recientemente leí, de mi amigo Cesar Castellanos, un mensaje dedicado a sus hijas, el cual me provoco la reflexión que hago el día de hoy. Les dice él: “quisiera poder evitarles el dolor del aprendizaje, pero sé que les privaría del placer de aprender. Quisiera evitarles el dolor de las primeras frustraciones amorosas, pero les privaría de la madurez que brinda el sufrimiento. Quisiera poder evitarles los obstáculos que sin duda surgirán, pero les privaría del orgullo de superarlos y así, descubrir sus propios poderes de mujer”.

Cuan valioso es que un padre reconozca y sepa poner en práctica el que el amor que sentimos, y el cuidado en el proceso de desarrollo de nuestros hijos debe ser administrado de manera que no anulemos la capacidad de aprender de las experiencias no siempre agradables que nos toca enfrentar en el día a día. Que todo no sale como quisiéramos, y que de los errores también se obtienen muchos aprendizajes.

La sobreprotección genera niños inseguros. Con poca confianza en sí mismos, sin armas para subsistir en una sociedad que es cada vez más competitiva. No tienen independencia para la toma de decisiones de su vida.

Obviamente su autoestima se verá lacerada porque tiene tendencia a la auto derrota. Más bien está cargado de miedos que le limitaran la posibilidad de éxitos en las diferentes esferas de la vida personal y social.

Son las frustraciones las que entrenan a los niños para manejar emociones, negociar y ajustar sus deseos y necesidades, desarrolla la capacidad de análisis y estrategias de afrontamiento innovadoras.

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