El futuro es tiempo incierto y sin posibilidades de predecir con seguridad y certeza. Algunas figuras del mundo religioso, los profetas, han alegado haberse adelantado y visto ese futuro que nos desvivimos por conocer. Es en sí una conjetura en la que acciones del presente apenas permiten alinear algunos factores en la que nuestra voluntad puede influir, para amortiguar efectos.

Esto básicamente en lo material y la riqueza acumulable y aún en ello contiene riesgos inherentes donde la seguridad es relativa. La salud futura se compromete en etapas tempranas con hábitos dañinos que parecen no afectar. El eterno presente parece ser el campo filosófico en que los dominicanos nos desenvolvemos como si la linealidad del tiempo fuera absoluta, queriendo poner en duda que lo único permanente es el cambio. Es una característica de nuestra particular cultura. Lo impredecible ocurre y pone patas arriba la vida de cualquiera, transformando medularmente lo que ayer era “seguridad”. Eventos inesperados transforman la realidad de nuestra cotidianidad y nos colocan frente a realidades nunca contempladas. Como “protagonistas” de la película de nuestras propias vidas, suponemos y esperamos siempre, finales felices. Vienen a mi, recuerdos de los cuentos infantiles de la hormiga y el invierno, sujeto que debía ahorrar y guardar alimento para el invierno, con su esperada crudeza. Un refrán español lo confirma: “guardar pan para invierno”. Aplica también para la salud. La realidad tropical nuestra y el caribeño suave invierno criollo, desnaturalizan esa enseñanza del ahorro, para el invierno de la vida. Los abusos, de cualquier índole en la juventud y la adultez, y aún la propia forma de vida, tienen consecuencias, positivas o negativas, en las etapas posteriores. Resulta más que penoso encontrar a seres queridos convertidos en caricatura disminuidas de lo que fueron a lo largo de su vida y enfrentan una vejez marcada por una penosa ausencia de salud, dolorosa escasez de amores y cariños de familia cercana y la escasa presencia de amigos motivantes.

Personas con horrible soledad existencial, acompañados solo de recuerdos y añoranzas, desmotivados del hálito vital, carentes del deseo y la voluntad de vivir. Seres que solo esperan el alivio de la muerte, que detenga sufrimientos que la medicina no logra mitigar. En ocasiones en manos de extraños, ajenos de manera absoluta a su paso por la vida y relacionados solo de manera circunstancial e impersonal. Bagazos humanos en que la vejez ha convertido a dinámicos seres llenos de presente, en sus momentos de esplendor, que jamas se vieron reflejados en espejos de realidades ajenas ni miraron más allá de la existencia de cada día. Envejecieron en un presente que quisieron hacer eterno, en el que no se dieron cuenta de su transcurrir, encadenados a las rutinas del trabajo y desconectados del dinamismo del mundo, el futuro cruelmente los sorprendió.

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