(Parte I)
En la década del 1880, Monseñor Fernando A. De Meriño creó el Instituto profesional, como continuación a la universidad, conocida como Seminario Conciliar, que había cerrado durante la ocupación militar haitiana. La idea era formar profesionales en cuatro facultades, que según la Ley General de Estudios, de 1902, eran: Derecho Civil, Medicina y Cirugía, Farmacia y Matemáticas y Cirugía dental.

Pocas modificaciones se incluyeron en esa ley, que sustituyó a la de 1884. Las materias impartidas en el primer curso eran física médica y biológica, química médica, biología e historia natural médica. En el segundo curso se impartían anatomía, disección, fisiología e histología. El tercer curso comprendía patología general, patología interna, patología externa, medicina operatoria y partos. Materia médica, farmacología, terapéutica, higiene y medicina legal formaban lo impartido en el cuarto curso. El quinto y último curso tenía clínica médica, clínica quirúrgica, clínica obstétrica y anatomía patológica. La Ley General de Estudios establecía que a partir del segundo año era obligatorio asistir al Hospital Militar o a la clínica privada de algún facultativo. También en el artículo 107 de la referida ley, se establecía que para presentar el examen del cuarto curso, debían haberse practicado por lo menos tres partos.

En el 1904, durante la Presidencia de Morales Languasco, relata el doctor Moscoso Puello, el Instituto Profesional fue trasladado a un edificio de dos plantas, en la calle Arzobispo Meriño, cerca del palacio Arzobispal. Anteriormente se encontraba junto al convento de Regina, en el lugar que había estado el Seminario Conciliar. En diciembre del 1905 fue nombrado catedrático del Instituto el doctor Octavio del Pozo, quien era en ese momento director del Hospital Militar. El doctor del Pozo, fue el impulsor de las prácticas médicas organizadas y supervisadas en el Hospital, lo que mejoró sensiblemente la formación de los profesionales en medicina. Para el 1906, el Instituto se encontraba en pésimas condiciones, de acuerdo a lo escrito por Luis Alemar, debido al abandono de las edificaciones y la falta de materiales. Un problema serio era el poco pago a los catedráticos. Para verlo en perspectiva, un guardia rural de la época ganaba 45 pesos mensuales, mientras que un catedrático ganaba 32 pesos mensuales. Parece que la falta de incentivos a los profesores y catedráticos ha sido una triste constante en nuestra historia. En el 1907, durante la Rectoría interina del doctor Ramón Báez, se trasladó de nuevo el Instituto a un local en la calle Isabel la Católica, frente a la Plazuela de los Curas.

Con la instauración del hospital Padre Billini, también se hacían prácticas allí, con profesores como Salvador B. Gautier. Los profesores más destacados de esos años, fueron los doctores Defilló, Alardo y del Pozo. Muchos estudiantes eran alumnos libres, esto es, no tenían que acudir presencialmente a clases, y se presentaban a someterse a los exámenes en cada curso. De hecho en el 1912, y de acuerdo a la ley 5111, el Estado Dominicano se comprometía a sufragar los gastos de los estudiantes pobres de cualquier parte del país, que acudieran al Instituto Profesional, en Santo Domingo o Santiago. De todos modos, el número de estudiantes era muy limitado, siendo el curso más concurrido de 10 estudiantes. El Instituto tenía pocos libros y materiales, pero los profesionales que se graduaron del Instituto Profesional en aquellos años fueron hombres de bien, inspirados en las enseñanzas de Hostos, formados en el colegio San Luis Gonzaga o la Escuela Normal, mantenían un espíritu de entusiasmo, romanticismo y devoción, y fueron los responsables de que el público creyera y siguiera con firmeza a los médicos dominicanos, y no buscara solamente a los extranjeros que nos visitaban en aquella época. ( continuará ).

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