El siglo XIX fue una época de grandes cambios y revoluciones políticas, sociales, económicos, industriales, literarios y de ideas. De ellos se benefició el teatro, que mejoró la calidad artística, escenográfica, espacial y literaria de sus representaciones artísticas. Se convirtió en el espacio de las ideas revolucionarias y liberales, dejando de ser exclusivo de la corte y la alta sociedad para llegar a todas las clases sociales incluyendo la sociedad rural.

En la isla de Santo Domingo estos cambios llegaron coincidiendo con la Independencia de Haití (1 de enero 1804). En ese momento el ejercito napoleónico que estaba en la isla se agrupó en la parte oriental bajo las órdenes del general francés Jean-Louis Ferrand (1804-1809), quien quiso imponer la cultura francesa y asumir un rol dentro de la formación de los ciudadanos, tal vez para crear mayor vínculo con ellos. Utilizó el teatro para educar al pueblo, considerándolo «una escuela de primeras letras para adultos», pues en Francia, desde finales del siglo XVIII, tenían ese pensamiento y daban espectáculos «por y para el pueblo», mezclando el teatro popular de las tablas de las ferias y el teatro clásico, con vestuario y decoración inventados. Se exaltan las fiestas patrióticas, surgiendo un nuevo género llamado el «teatro patriótico». Además, se criticaba la vida religiosa, temas que eran los predilectos para teatralizar.

Siguiendo el modelo francés se abren teatros públicos en Santo Domingo. El primero instalado por los militares franceses en 1804, fue en el convento Regina Angelorum, que servía de almacén de artillería para guardar carros y cureñas donde se montaban los cañones. En su fachada, sobre el nicho que alojaba el busto de la virgen, se colocó un rotulo que decía “Teatro”. Allí se presentaban comedias y dramas, pero al parecer no eran muy buenas ya que fue perdiendo audiencia, cerrando con la salida de las tropas francesas de Santo Domingo. Sin embargo, la élite francesa y criolla que permanecía en la isla de Santo Domingo pretendía mantener sus costumbres francesas, realizando presentaciones teatrales en sus casas. Utilizaban elegantes vestidos y se trasladaban en calesa o birlocho. Esta burguesía, culturalmente francesa, resaltaba la Francia napoleónica y excluía el discurso republicano. Paralelamente, había otra sociedad, mayormente criolla, que rechazaba todo lo francés, motivados por las ideas de emancipación política de muchas de las colonias americanas.

Entre 1809 y 1821, período conocido como España Boba, estaba de moda la comedia neoclásica y las representaciones dramáticas, pero con un marcado mensaje monárquico y religioso. Aunque algunas veces llevaban mensajes con ideas liberales. Se representaban en las tablas que se ponían en las plazas de las iglesias y en los salones y patios de casas de particulares.
También hubo teatro durante la Ocupación Haitiana (1822-1844) ya que era el entretenimiento favorito de la sociedad. Los haitianos presentaban obras de teatro en francés, pues el idioma español estaba restringido. El control del teatro estaba en manos del gobierno haitiano que suspendió las presentaciones que realizaba la iglesia católica y el teatro universitario, incluso cerró la universidad en 1823. Pero el teatro estaba tan arraigado en la sociedad que se formó una compañía integrada por dieciséis oficiales y cinco damas que se repartían los papeles de las obras que montaban. En este punto de la historia gustaban las obras melodramáticas y las comedias de autores como Jean-Jacques Rousseau, François Joseph Talma, Marie-Joseph Blaise de Chénier, René Charles Guilbert de Pixérécourt, Alexandre-Vincent Pineux Duval y Víctor Hugo entre otros. Además, se comenzaba a introducir largas piezas de música que acompañaban la obra de teatro.

En el Santo Domingo español, surgió un teatro que presentaba comedias político-patrióticas, promovidas por jóvenes hijos de españoles y criollos, que, agitados por las oleadas de los movimientos independentistas, deseaban adoctrinar al pueblo y llevar las nuevas ideas de libertad a toda la población. Uno de estos jóvenes fue Juan Pablo Duarte, quien formó parte y fundó La Trinitaria (16 de julio de 1838), La Filantrópica (1840) y La Dramática (1842). La periodista Emilia Pereira, señala que las obras que se representaban en estas sociedades tenían situaciones parecidas o semejantes a la que sufría la población del Santo Domingo español, con la finalidad de difundir las ideas separatistas. La escenografía era sencilla, los actores deberían costearse sus trajes, hacer propaganda, vender las taquillas y comprar las que no se vendían. El precio oscilaba entre 3 y 4 reales.

La Trinitaria se disolvió rápidamente y surgió La Filantrópica, que alcanzó mucha popularidad, a tal punto que el gobierno haitiano decidió suspenderla y clausurar el teatro, por sospechas. Luego se fundó La Dramática, para crear “espíritu público”. En estos teatros se presentaban tragedias, comedias y poemas patrióticos de autores como Francisco de Paula Martínez de la Rosa con la tragedia romántica La viuda de Padilla (1812), que incita a resistir y a buscar la libertad; el dramaturgo italiano Vittorio Amedeo Alfieri con su tragedia Bruto o Roma Libre (1820) traducida por Antonio Saviñón Yánez y la tragedia Día del año 1823 de Eugenio de Ochoa (1835), entre otras. Los ensayos se realizaban en casas de particulares, para evitar sospechas.

Para entonces el público prefería teatros cerrados, por tal motivo el comerciante Manuel Guerrero acondicionó la vieja cárcel real, ubicada detrás de la catedral y al lado de la casa de gobierno, para convertirla en teatro con capacidad de 300 butacas, palcos, balcones, platea, camerino, telón e iluminación en el escenario. Pero al disolver la Dramática, el teatro cerró en 1861 con la Anexión a España, abriendo de nuevo en 1870, cuando el francés Raimont H. Verry montó allí un teatro, pero sin éxito, pasando a manos de Gressy y Betances que montaron otro teatro.

Tras la creación de la República Dominicana en 1844, llegó la libertad de expresión como valor fundamental del sistema político y la población hizo uso de su derecho. El 3 de mayo de 1852, se fundó Armonía y Amistad, pero solo duró algo más de una década. En 1854 se creó la Sociedad Amantes de las Letras, que tenía un teatro en un local rentado, donde en 1856, los dominicanos Félix María del Monte, con el drama “Antonio Duvergé o las Víctimas del 11 de Abril”, y Francisco Javier Angulo Guridi. con la tragedia El Conde de Leos, se convirtieron en los primeros dominicanos en escribir libretos para teatro. El éxito fue rotundo, por lo cual en 1859 se le concedió por 20 años el exconvento de la Compañía de Jesús para instalar allí el teatro.

Asimismo, el 17 de enero de 1867 se fundó en Santo Domingo la sociedad La Republicana, con el objetivo de estudiar las ciencias, las letras y las artes y sostener el teatro que abrió sus puertas el 1 de abril de 1867. Para la inauguración se presentó una trilogía que inició con la tragedia “El puñal del godo”, libreto de José Zorrilla, (estrenada en España, en 1842), luego la zarzuela “El dominó azul”, libreto de Francisco Camprodon y música de Emilio Arrieta (estrenada en el teatro del Circo de Madrid, 19 febrero de 1853) y para finalizar la comedia “El furor parlamentario”, libreto de Francisco Botella y Andrés (estrenada en el Teatro del Instituto Español en 1854). En 1867, Angulo Guridi, presentó una dilogía, iniciando con el juguete cómico Cacharros y Manigüeros, continuando con el drama Apuros de un destierro. En ese año presentó el drama Iguaniona, que es la primera obra con tema indigenista en el país. También compuso Imprudencias de un marido, Una situación poco envidiable; Paulino, El Panorama, Escenas aborígenes (1872) y La ciguapa (1876), entre otras. El poeta Rafael Deligne lo define como el representante más puro de toda una escuela romántica. Sin duda alguna este teatro se convirtió en el escenario por excelencia de las representaciones escénicas del momento. En 1882, se estrenó el drama Hija del Hebreo de don Federico Henríquez y Carvajal, interpretado por mujeres a excepción de dos personajes.

Entre 1877 y 1898 se fundaron muchas compañías de teatro en todo el país, entre ellas: La Fraternidad (Santo Domingo, 1877); Compañía de aficionados al teatro (San Cristóbal y Puerto Plata, 1881); Amantes de Talia (Santo Domingo, 1884); Luz del Porvenir (Moca, 1892); 2 de julio (San Pedro de Macorís, 1894); Teatro Heureaux (Santo Domingo, 1897); Juventud (La Vega, 1898). A lo largo del siglo XIX y hasta la fecha, el teatro se considera un termómetro de civilización, progreso y libertad. No cabe duda de que en la República Dominicana estaba clara la concepción de progreso y la construcción de un proyecto de nación libre. ¡Viva el teatro!
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Este artículo forma parte de las investigaciones realizadas en el proyecto “Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”, dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC, España y financiado por la Unión Europea, Horizonte 2020, código Nº 823846.

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