Josesito siguió el camino de los hombres honorables de Santiago y llegó a obtener el grado 33 de la masonería

Hay apellidos que evocan una función que de seguro ocurrió en los orígenes de los mismos. Mercader es un apellido de gente ligada al comercio para mercadear. Un mercader de lámparas viejas, como en Aladino, es un vendedor. En este caso, más que vendedor, pensamos en dos: 1. El Mercader de Venecia de Shakespeare y 2. Ramón Mercader, el catalán hijo de Caridad que mató a León Daviddovich Bronstein, mejor conocido como León Trotsky, en el México de Lázaro Cárdenas.

Josesito (con S) Mercader era hijo de José Mercader, un catalán que llegó a Cuba, cuando esta, justamente, no quería saber nada de los españoles ni de nadie que quisiera colonizarla.

Por ese deseo de querer independizarse y seguir el “mal ejemplo” de los haitianos que fueron los primeros en el 1804. Ya para 1868 con los mambises encendidos, Cuba se convirtió en un infierno del que salieron “juyendo” montón de familias que llegaron al nuevo mundo y se acomodaron donde pudieron.

Don José Mercader llegó a Santiago para ocupar uno de esos bohíos de tabla y cana que bien se ven en el dibujo de Samuel Hazard cuando vino en 1873. Él se ubicó en una calle que continuaba hacia el sur, por detrás de la Fortaleza San Luis, por una cuesta de arcilla blanca, resbaladiza como molondrón y que recibió el nombre de Cuesta Blanca (hoy Duarte), que sirvió también para nombrar la calle que terminaba en los rieles del Ferrocarril Central Dominicano. La “resbalosidad” de la cuesta y las crecidas de los ríos sirvieron para nombrar como “Nibaje” al espacio que quedaba después del puentecito de piedra.

La calle Cuesta Blanca era bulliciosa entre El Sol y la barranca del rio por su cercanía a la Calle del Comercio (hoy España) y la plaza del mercado con sus frutas y vegetales traídos en burros desde los campos cercanos. Se cocinaba, se vendía, se compraba, se gritaba en medio de olores de todo tipo, desde los “cocinaos” al aire libre, hasta los repollos podridos y estiércol y orina de animales de cuatro y dos patas.

Este Mercader, abuelo de quien redacta estas líneas, se dedicaba al dibujo en vidrio entre otras manualidades, según consta en la lista que elaboró Enrique Deschamps en 1905. Tuvo don José tres hijos y uno de ellos nació el mismo año que el Presidente Ulises Heureaux sucediera al Padre Meriño en la silla presidencial (1882). A este le decían Josesito para diferenciarlo del padre. Josesito siguió el camino de los hombres honorables de Santiago y llegó a obtener el grado 33 de la masonería por su filantropía y entrega a hacer un Santiago de gente digna, justa y honesta.

La Masonería nos llegó de los franceses vía la ocupación haitiana de 1822 cuando Jérôme-Maximilien Borgella fundó las primeras Logias que se multiplicaron en los principales pueblos.

Cuando José Martí visitó por tercera vez el país (1895) se le hizo una fiesta en el primer local que tuvo el Centro de Recreo en la esquina 30 de Marzo con 16 de Agosto donde estuvo el Restaurante “Parque”. Hoy existe un parqueo. El Centro de Recreo construyó un local que duró hasta 1928. En el 1930 se inauguró el que aún perdura al lado del Palacio Consistorial. En esa fiesta de febrero, hubo disfraces y uno de los personajes de La Tarasca, que alegraron al distinguido visitante, fue Josesito, a la edad de 13 años.

Con el tiempo Josesito enriqueció y tuvo una quinta en Hato del Yaque cuyo peón de confianza, de apellido Salcé, sería el dueño, por los malabares e ineptitudes de sus hijos. Esas tierras que hoy se venden por pedazos a los invasores, fue adquirida de manera ilegal puesto que el acto de compra no fue firmado por su hijo legítimo, menor, aunque mayor de edad al momento del “negocio”. Esas tierras colindaban con las del abogado Orlando Pichardo.

Aunque Josesito era amigo de todo el mundo, sus íntimos eran personas cultas y de respeto. Fue muy cercano del Lic. Luis Emilio Perelló cuando este vivía en la Calle San Luis casi con Beller, en una casa de mampostería de diseño “art nouveau”, con un círculo en la galería y que hoy es un consultorio de un “sacamuela”. En esa casona hubo en los 70 una escuela de inglés (ELI) donde su hijo, este mismo, fue profesor.

Otros amigos fueron Daniel Espinal, Luperón Flores, el padre de Leovigildo (Leo, profesor de inglés de La Salle). También fue cercano, compadre, del Lic. Francisco Augusto Lora quien luego fue Vicepresidente del primer gobierno de Balaguer y casado con doña Flérida Mercado, primera madrina de Las Águilas Cibaeñas en sus años de esplendor y cuando no había reguetón ni muchachas casi en cuero bailando como locas sobre los dogouts. ¿No verdad, don Negro? “E ma, yo tampoco voy”.

Cuando Santiago creció hacia el oeste con el proyecto Eliseo Espaillat, adquirió una casa en la avenida 30 de Marzo (hoy Hnas. Mirabal) casi frente a la iglesia San José donde luego se quedó su hijo Tavarés, quien llevaba una pierna de goma que le dejó un accidente. Los demás hijos, Filomena, Juan, mecánico de la Texaco, Caonabo, Guarionex, José (murió a los 13 años), Mercedes (Cachita) y Onaney, que fue secretaria de la dirección del Liceo Onésimo Jiménez.

Después de haber enviudado dos veces y con 70 años siguió amando la vida y en la escuela de Don Pedro, donde Triní Espaillat, un pariente, conoció a una maestra de Guazumal, Altagracia Jiménez con quien se casó y tuvo su último hijo. Ella tenía 24 años. Él murió dos años después y es recordado porque el hijo, este mismo, se llama igual que él y que su abuelo cuando la costumbre era nombrar la descendencia de una sola manera como lo demuestra los José Arcadio Buen Díaz de 100 años de Soledad, por allá por los Macondo de García Márquez.

En Montecristi fue gran amigo del diputado Lic. Israel Álvarez cuya quinta había que recorrerla en quitrín para admirarla debidamente y la que era la envidia de la matrona Isabel Meyer. Josesito conoció la evolución de Santiago desde cuando Lilis lo modernizó con la terminación de la Iglesia Mayor, la construcción del Palacio Consistorial, La Estación Marte del tren, etc. Eran los tiempos de la intolerancia política y con los adversarios no se discutía, se les eliminaba. Me lo dijo la Ley San Fernando, que no se equivoca.

Conoció de cerca al poeta Juan Antonio Alix quien lo menciona en la décima “Alborada”.
…“En fin ei que quiera sabei
Si ei ga hiede de beidá,
Hoy lo aguaidan por acá
Juan Eli y Meicadei…”

Por otro lado, el único que le sabía la maña al reloj de la Fortaleza era él cuando a este le cogía con detener el tiempo, lo que no hacía con la vida de la gente que lo ignoraba y seguían como si él no existiera.

Fue amigo de Pedro Catinche cuando su estudio estuvo al lado de Chon García y su Reguero, en el Sol. También de Margot, su hija quien lo eternizó durante su matrimonio con la maestra guazumaleña que siempre lo llevó en su corazón como una sombra.

Trujillo quien hace un decreto en 1938 para oficializar o legalizar la Masonería quería dominarla, pero no pudo con los masones quienes lo detestaban, incluyendo a Josesito como lo confirma su nieto Antonio: …”Papá José no quería saber de Trujillo, y cuando lo mencionaban se irritaba y decía que aquí había una dictadura y necesitábamos un sistema democrático…”

Yoryi le ofreció hacerle un retrato al óleo que nunca hizo por la cantidad de Trujillo, que junto a Mario Grullón, tenía que hacer, lo que impidió cumplir con él y con Papatón, su amigo que vivía frente al Colegio Corazón de Jesús, quien se quedó esperando, “aunque fuese un dibujito” del maestro.

Sus nietos, del lado del pintor: Pablo, Kaël, Lilah y Léonard que se quedó con mi nombre de guerra de cuando Los Palmeros y en homenaje al Maestro del Renacimiento.

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