“No se mueve la hoja de un árbol, sin la voluntad de Dios”, es una frase con mucha fuerza que utiliza constantemente Domingo Jiménez, mi querido profesor, como suelo llamarle, y por quien hago una pausa en mi redacción didáctica de los jueves para escribir sobre él: un hombre de muchas luces y con un gran corazón.
Este abogado, político y comunicador, es un ser humano multiplicador de conocimientos y de afectos; un maravilloso padre, hijo, hermano y amigo, leal a las causas que abraza, solidario y maestro de quienes le rodeamos.
Además de cariñoso con su entorno y aún más con sus cercanos, es también un hombre valiente y aguerrido ante las injusticias y cuando debe defender a los suyos y las causas en las que cree.
Parecería que le conozco desde hace mucho tiempo, pero fue en el 2015 que la vida me regaló conocer a este extraordinario ser humano, parte fundamental de mí en términos de afectos, respeto, admiración, crecimiento humano y profesional que se cultivó en el programa radial Tu Derecho a Saber y ahora en Tomando el Pulso, espacio que dirige y en el que le acompañamos.
El hijo de Chachá y Fefita, quienes por la voluntad de Dios están juntos más allá de lo terrenal, está atravesando por una situación de salud delicada que nos tiene a todos los que le queremos, elevando plegarias al Altísimo para que él supere, como el campeón que es, esta situación que le afecta, pero que no le roba su fe.
“Dios está por encima de cualquier diagnóstico médico”, me dijo hace días el profesor. Confieso que al oír esas palabras cargadas de esa fe que siempre ha profesado, me animé un poco… y sé que esa era su intención.
Mi querido profesor está luchando por su salud en Estados Unidos y quise desde la distancia física, mas no emocional, hacerle llegar con estas palabras mis mejores vibras y un abrazo inmenso que llegue hasta el lunes 27 de septiembre, día de su cumpleaños.
Profesor, a usted que nos ha enseñado a amar a Silvio Rodríguez y otros artistas de la trova, le recordamos la frase de Bertolt Brecht que siempre comparte: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”. ¡Siga luchando profesor, que esto también pasará!