Hace 14 años escribí sobre Enrique Armenteros Rius, Enrique el Sembrador, y así lo titulé, con gran admiración por un dominicano con descomunal sentido solidario, de inquieto espíritu creativo, filántropo, sembrador de futuros, de inquebrantable pasión por el medio ambiente. Adapto esas líneas, al Enrique que nos deja un prontuario de principios, energía a borbotones y el compromiso de continuar su legado. Dedicó cuantiosos recursos propios a la identificación de especies, su reproducción, adaptación y propagación. El Internet, lleno de crónicas simples sobre su fallecimiento, dice poco sobre su fructífera vida. Adapto a la realidad de hoy lo que antes escribí: “El peculiar personaje que motiva estas líneas, nato sembrador nació en 1927, época de pujanza económica en el Macorís del mar. Transcurre su niñez entre cangrejos, el Higuamo, la muchachada que maroteaba, travesuras en los ingenios casi urbanos de San Pedro, la escuela primaria y un padre español con plena visión de futuro. Con bachillerato de la Normal de Santo Domingo va a la madre patria donde se hace Licenciado en Derecho en la Universidad de Salamanca. Su esencia, sus orígenes, su ambiente y circunstancias fueron responsables de un profundo amor a la naturaleza, mezclados con la afición por la pesca, el conocimiento del mar y la pasión por los árboles. Supo sembrar amor en su esposa Doña Charo y sus hijas, donde la M es el factor común, que, entre personalidades diversas, heredaron la sonrisa y bondad proverbial de un padre anecdótico, de lenguaje coloquial, lleno de filosofía y de experiencias de vida. Enrique también sembró el país de empresas: Casa Armenteros, Sociedad Industrial Dominicana. Levapan, Manufacturas Textiles, Manantiales Crystal, Banco Gerencial y Fiduciario, Banco Río y más, son ejemplos de esa capacidad emprendedora y motora. Como sembrador de entusiasmos fue único; como reproductor de sueños, inimitable; como propagador universal, todo plantó con éxito y aun a los 92 años, edad natural de cansancio y paz, siguió siendo manantial de ideas realizables, sin que lo doblaran las mezquindades humanas. Abanderado de alientos de Quijotes, gestó e impulsó proyectos hasta su éxito. La Asoc. Popular de Ahorros y Préstamos, la Fundación Universitaria Dominicana, la Fundación Dominicana de Desarrollo, el Consejo Nacional de Hombres de Empresa (CONEP), son mudos testigos de sus iniciativas y entusiasmo. El bienestar de los seres humanos y del ambiente fueron su pasión fundamental. Convencido de que el progreso implica compromiso, creó la Fundación Progressio que protege el ébano verde y produce palmito, canela, malagueta, nuez moscada y pimienta, a la vez que promueve y auspicia la siembra de millones de árboles aprovechables. Hay que descubrir un método para reproducir a los Enrique Armenteros por estaca, esquejes, semillas o clonados, para conservar sus envidiables características de sembrador infinito”.

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