A un mes de cerrarse el año escolar, no entiendo la necesidad de llamar a la presencialidad.
Solicitar se hagan las pruebas para detectar o descartar la presencia del virus que nos azota desde hace más de un año, no significa absolutamente nada.

Apenas se toma la muestra, saliendo o llegando a equis lugar nos podemos contagiar y lo desconocemos.

Este virus es un virus maldito. Lo ha demostrado. Hay cosas inexplicables, como por ejemplo, que a un matrimonio que convive bajo el mismo techo, duerme en la misma cama, uno dé positivo y el otro no.

Estamos ante algo nunca visto. Por qué faltando apenas un mes para agotarse el calendario escolar, cuando los contagios en el Gran Santo Domingo aumentan vertiginosamente. Por qué el llamado a la presencialidad en las aulas.

¿Qué control se tiene del entorno de cada profesor, de cada niño? ¿Cómo se garantiza el no contagio de las personas, mayores o jóvenes, que habitan en esos hogares de esos niños y profesores?
¿Por qué la insistencia? ¿A qué obedece? Si bien es cierto que los establecimientos comerciales pueden seguir operando, no es lo mismo ir a buscar a las aulas lo que hasta ahora no se nos ha perdido.

En los establecimientos comerciales, supermercados, tiendas, restaurantes… se apela a la conciencia ciudadana. A la responsabilidad ciudadana. A la sensatez.

Un aula, por más que se cumplan los protocolos de distanciamiento y de higiene, puede resultar en una bomba de tiempo.

No apresuremos las cosas. Lo que podamos evitar, vamos a evitarlo. Ya bastante luto nos ha traído este virus.

La presencialidad en las aulas no es necesaria. Por más opcional que se sugiera deba darse, no es el momento.

Hay niños montando presión a los padres por regresar a la clase. Esos niños desconocen el alcance de esa disposición, hasta donde puede perjudicar. Los adultos debemos usar nuestro sentido común, la sensatez, por Dios. La presencialidad en las aulas luego de casi un año haciéndolo virtual es innecesaria. No aplica.

Me sorprendió ver un colegio de Santo Domingo convocando para el 31 de mayo a una convivencia familiar. Qué barbaridad. Si así pensamos detener este maldito virus, vamos por el peor de los caminos.

Un colegio convocando a una convivencia familiar. Me resisto.
Las autoridades ponen de su parte, lo han hecho pero el ciudadano no coopera. Solo aquellos a quienes les ha tocado de cerca los tentáculos de este virus, solo esos, entiendo son quienes verdaderamente han entendido lo fatal de sus consecuencias.

Apelamos a la conciencia ciudadana, no todo depende de las autoridades, seamos sensatos. Protegernos, no bajar la guardia, no convocar a nada que implica la aglomeración. Olvidemos celebración alguna: ni bodas ni cumpleaños; ni baby shower ni despedidas de solteras; ni bautizos, mejor estar sanos. Cuánta inconciencia en cada una de esas convocatorias.

Nuestros hospitales están saturados, las clínicas van por el mismo camino, el personal médico y el paramédico no dan más. Que cada quien se haga responsable de su salud. Cooperemos todos o nos contagiaremos todos.

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