La delincuencia armada no se contiene y contra toda esperanza, aumentan los motivos para sentirnos todos aterrorizados, indefensos. Menos patrullaje preventivo, no se sabe por qué y así, más bandolerismo en todas partes. Los medios, las redes sociales, muestran los interminables robos y asaltos. El domingo temprano en la tarde le tocó a mi vecina y su familia sufrir la inclemencia delincuencial. Entrando a la residencia, llegada de visita junto a su esposo, una hija suya fue encañonada en la cabeza por uno de dos individuos a bordo de una motocicleta. La entrega sin resistencia de la cartera evitó males mayores; no dispararon, los forajidos huyeron. Pregunté a mi vecina si denunciarían: “¿y para qué?”, respondió.

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