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Merece apoyo la iniciativa que motu proprio emprende la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD), que consiste en visitas a los principales partidos políticos del país y a la Junta Central Electoral en procura de que el proceso de los comicios se lleve lo más transparente posible y apegado a la ley.
De entrada, la intención es loable porque han surgido malentendidos con algunas resoluciones de la JCE, lo que apunta a enrarecer el ambiente electoral y a crear una relación de tirantez que contaminaría la necesaria paz y tranquilidad, para que a la postre los resultados sean respetados por todos.
Nuestro aplauso a la AIRD, además de lo oportuno de su mediación, y sin ánimo de entrar a considerar razones en torno a la discrepancia sobre la propaganda y mítines proselitistas a destiempo, se debe a que con su actitud el empresariado rescata una práctica que ha ido perdiendo vigencia, y es la intervención en el debate de temas prioritarios.
Y si hablamos de rescatar, es porque ha desaparecido con el tiempo la incidencia en la construcción de la “agenda nacional” de este tipo de organizaciones, que jugaron un papel estelar junto a grupos y movimientos sociales y de la sociedad civil, ONG y hasta universidades.
¿Recuerdan su rol y el espacio ganado en los tiempos de los diálogos tripartitos y Nacional?
En ese contexto resulta lamentable la degeneración de entidades que eran referentes obligados en todos los escenarios, pero que presas de la politización se alejaron de su apuesta inicial de contribuir a fortalecer la institucionalidad.
Auguramos éxito al plan de visitas y diálogos de la AIRD, y el simple hecho de que no afloraran desentendidos en la reunión de ayer entre los partidos y la JCE, es indicativo de que el terreno es fértil para este tipo de iniciativa, hija en lo esencial del esfuerzo y desprendimiento personal de empresarios conscientes de que su responsabilidad social va más allá del interés particular y legítimo de sus empresas.
