Se cumplen este lunes cien años de la coronación canónica de Nuestra Señora de la Altagracia, un hecho que reunirá a los fieles católicos en una concentración nacional para conmemorar este acontecimiento, con el que exaltarán a la madre y protectora del pueblo dominicano, como sucedió aquel 15 de agosto de 1922.

La coronación canónica es un acto institucional piadoso, debidamente expresado en una bula papal, con el que se otorga una corona a una imagen o estatua de una advocación de la Virgen María de amplia difusión.

En 1922, mientras el país era intervenido por tropas estadounidenses, más de 35 mil personas se reunieron en la Puerta del Conde, en la Ciudad Colonial, para coronar a la Virgen de la Altagracia.
Al fervor religioso de este acto se unió entonces una reacción patriótica, porque con ella nuestro pueblo confirmó a los norteamericanos el rechazo a su intervención militar, que llegó a su fin con el pacto Hughes-Peynado.

Según escritos de la época fue monseñor Adolfo Alejandro Nouel, entonces arzobispo de Santo Domingo, quien le pidió personalmente al pontífice Benedicto XV la coronación canónica de la virgen.
Para aquella actividad se trasladó la imagen de la Virgen desde la Basílica de Higüey hasta Santo Domingo, una de las pocas ocasiones en las que el cuadro de la Altagracia salió de su templo.

Esta celebración encuentra a un pueblo dominicano que exhibe grandes cambios materiales y de otros tipos que han sido desarrollados a lo largo de 100 años, pero no obstante la devoción a la Virgen de la Altagracia continúa intacta en el imaginario popular y en la fe religiosa de la mayoría católica del país.
Hacemos votos para que esta celebración mariana, en la que además de festejar un acontecimiento histórico se orará por la familia, por la paz y por los valores, conduzca a los dominicanos a construir caminos de coincidencias en todo lo que tiene que ver con la edificación de un futuro mejor signado por el bienestar y la justicia.

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