Una investigación reciente del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (Crees) documenta una verdad que, en vez de disminuir, se acrecienta con el tiempo: que somos un país presidencialista, que más que un sistema de organización política es una cultura que enseña y hace creer que el presidente de la República lo puede todo, dar y hasta quitar; además, la preponderancia del Presupuesto General del Estado en múltiples aspectos de la vida de la gente.

Esto, para mayores males, lleva consigo algo consustancial a nuestro escaso desarrollo institucional: Se alimenta por distintas vías el endiosamiento a la figura del primer mandatario, sin que asomen esfuerzos para restar peso a la autosuficiencia que se atribuye al cargo.

El estudio del Crees, cortado al mes de junio pasado, nos dice que el 47 % de la población dominicana, aproximadamente 4.9 millones, se beneficia de algún ingreso proveniente del Presupuesto del Estado, distribuido entre los miembros de los hogares beneficiarios de los programas sociales, los empleados públicos registrados en la Seguridad Social y los pensionados por el Gobierno.

Preocupa a los propulsores de la investigación que son cifras in crescendo, parte de una realidad que limita la creación de empleos productivos formales, expresada en la alta proporción de servidores públicos pagados por el contribuyente y que en apenas dos años la cantidad de beneficiarios con una pensión subiera un 26%.

Un caldo de cultivo para dar permanencia en el tiempo a esta realidad es el tipo de política clientelar y rentista que prima en los partidos y sus liderazgos, con lo que se incentiva e infla, como bien lo contextualizan un sociólogo y un economista consultados al respecto por elCaribe, a un Estado “grande, costoso e ineficiente”.

Quizá se necesite revisar los programas de reforma del Estado que se han implementado durante años y reflexionar si los apoyos para las familias pobres no constituyen su única fuente de ingresos.

Talvez debamos reemplazar el rol del Estado empleador y solidario, paternalista, por el de un Estado generador de condiciones para el desarrollo basado en el trabajo y la productividad y en la dignificación de las personas.

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