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Habrá que hacer memoria para poder recordar a partir de cuándo el día de las secretarias, lo que era un gran acontecimiento, perdió todo esplendor, al extremo de que no sería aventurado decir que hoy es casi una simple jornada más en el calendario.

Era fecha de fiestas y flores, de almuerzos y conciertos meridianos con los artistas nacionales y extranjeros de más renombre, y la equivalente zafra de promotores de este tipo de actividad. De espacios pagados en los periódicos y asuetos en las oficinas públicas, con almuerzo a invitación de los jefes incluidos.

Es un reconocimiento que se hace en muchos otros países, aunque en distintas fechas. En República Dominicana lo instituyó por decreto Joaquín Balaguer en 1975, pero sus orígenes se remontan al siglo XIX, a Christopher Sholes, inventor de la máquina de escribir, en 1873, y a su hija de la que se dice fue la primera mujer dactilógrafa.

También se atribuye el nacimiento de ese día a cuando en 1942 en Estados Unidos se les reconocieron sus derechos y se creó la Asociación Nacional de las Secretarias.

Obvio que en estos tiempos modernos ni por definición ni por el rol que desempeñan, secretaria es aquella “que escucha, escribe y calla” de Mocedades, pues hasta automatizadas y robóticas existen, por lo que cabe preguntarse si esta fecha desaparecerá como se augura a muchas otras celebraciones en honor de ciertas actividades.

Sin embargo, y pese a tantos vaticinios apocalípticos, creemos que las secretarias forman una parte importante de ese engranaje que son las empresas e instituciones.

Ninguna inteligencia artificial podrá saber jamás el momento exacto para pasarle el café al director, ni qué llamada molesta interceptar ni cuándo interrumpir una reunión porque un motivo impostergable así lo exige.

Las secretarias cargan sobre sus hombros una tarea estratégica, están obligadas a prestar atención, con discreción, a todos los detalles que hacen al mejor desempeño de sus jefes y también deben responder a todas las consultas de sus compañeros de tareas.

Pero además están obligadas, por la naturaleza de su trabajo, a mostrar siempre una sonrisa, y ataviarse con sobriedad, pero con el necesario toque de elegancia que ameritan sus tareas cotidianas, que pueden resultar mucho más complicadas de lo que parece.

Por todo esto creemos que las secretarias merecen un editorial, también felicitaciones por su día y por la noble tarea logística con que aportan al funcionamiento de las instituciones y empresas a las que sirven.

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