Uno de los más graves problemas que arrastra la sociedad dominicana es que carece de un liderazgo colectivo.

Cuenta, eso sí, con lo que se podría calificar de líderes sectoriales, valorados en el ámbito en que se desenvuelven, lo que quizá exprese la división existente en la sociedad.

No contamos con un referente de la agenda nacional; ni con una suerte de conciencia crítica, con autoridad y prestigio que la coloquen por encima de malquerencias e intereses particulares.

Ahora bien, si apelamos a textos de sociología y de las ciencias políticas, el liderazgo no se encarga ni se compra y a él no se llega por herencia familiar ni por fortuna.

Para ostentarlo se necesitan condiciones, muchas de ellas innatas, algunas que valdría la pena mencionar, para solo poner a pensar al lector desde la óptica de la política, que es el litoral desde donde más se presume.

Para el verdadero liderazgo, dicen los textos, se necesita grandeza personal, una incansable dedicación al trabajo y a la búsqueda de sus objetivos.

Se precisa, recuerden la óptica de este enfoque, aspirar a gobernar, sentir que esa es una manera de realizar sus ideales y luchar por ellos, correr todos los riesgos y aprovechar todas las oportunidades.
Entre las cualidades intrínsecas del liderazgo, además, figura no ceder a la emotividad ni ser irreflexivo; tampoco transigir con lo irracional.

El verdadero líder vuela alto para ver lejos, y no se ahoga en lamentos por los contratiempos del camino.
Y si ese “líder” no responde a los retos que plantea el progreso y el bienestar de su pueblo, éste lo relega.
Otra cualidad esencial del liderazgo es el carisma, ese don, ese ángel.

En el orden práctico, el líder de verdad no lleva sus tropas a la guerra si la sabe perdida o si es difícil la victoria.

Esta aparente disquisición sobre liderazgo tendría utilidad si miráramos alrededor para comprobar si se trata de quimera o si entre nosotros asoma, sin habernos enterado, alguien con vocación de poder, tenacidad y fuerte caparazón para contener envidias, traiciones y maledicencias.

¿O habrá que mandarlo a fabricar?

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