“Haz lo que hago, no lo que digo”. Se predica con el ejemplo, no con las palabras; se imitan los actos que se observan, no el discurso. Un gerente holgazán que acostumbra estar retrasado no puede pretender que sus subalternos sean puntuales. Si como mánager no se preocupa por darles seguimiento a los procesos de la empresa, nunca conseguirá que los demás lo hagan de una manera diferente. El mayor incentivo para el empleado es que quien lo dirija trabaje sin pausa (tanto o más que él), que sea el primero en asumir los sacrificios que exige y que el orden que procura también él lo siga, solo así conseguirá que los demás se comporten según su imagen y semejanza.

Si el líder es honesto, tendrá tras de sí, y a su lado, a los que se le parezcan, no a los que no tengan escrúpulos, porque sus actuaciones serán el eco de sus cercanos, quienes tienden a ser una réplica de su propio proceder, gente íntegra y decente que comulgue con sus principios. Quien va delante, marca el paso; el profesor solo puede inculcar las responsabilidades y el empeño a sus alumnos que estos le observen, se puede ofrecer lo que se tiene. Se aprende de lo que se ejecuta, no de lo que se proclama. Los reglamentos, leyes y sanciones pueden ser efectivos, mientras los llamados a aplicarlos los cumplan, en la misma medida que lo exigen, en vista de que el orden no se impone a la fuerza, se practica.

El carácter violento o pacífico se repite en su entorno, como los camaleones dependen del color del árbol sobre el que se posan. La madre dilapidadora y el padre prepotente fomentarán hijos de la misma especie. Una familia a la que solo le importe el dinero, producirá miembros materialistas, en cambio una espiritual traza las huellas que recorrerán cada uno de sus integrantes, sin tener que decirlo. Es como la ley del espejo que refleja lo que tiene en frente, con la capacidad de proyectar el comportamiento del que está del otro lado.

Los pueblos deberían saber elegir a quienes se les parezcan, si lo hacen por aquellos que no lo ameritan, serían tan culpables como aquellos, ya que se recibe lo que se ha pedido. Para evitar las quejas y el rechinar de dientes, debe hacerse un esfuerzo con miras a propiciar lo que realmente se necesita, solo así tendremos los gobernantes que merecemos que serían tan buenos como queramos que sean.

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