Las imágenes del asalto al Capitolio norteamericano, que sentíamos haber vivido en nuestras repúblicas bananeras, en las atmósferas mancondianas de García Márquez o en sus réplicas tan cercanas como nuestras revoluciones de Concho Primo, constituyen un deja vu que debe producir fuertes estremecimientos en la conciencia dominicana.

Que en Estados Unidos, tenido por cuna mundial de la democracia, se produzca un despropósito como el protagonizado el miércoles por el señor Trump, por quien votó casi la mitad de sus más de 150 electores, da una idea de que en cualquier parte del mundo pueden producirse nuevas turbulencias políticas, y sociales.

El señor Trump y sus circunstancias no son únicos en su especie, y parecen más un producto que puede repetirse en cualquier momento y en cualquier zona del mundo.

Y es en ese espejo que nos devuelve imágenes tan deformadas., que debemos mirarnos poniendo especial atención a los escalofríos que puedan provocarnos.

Tras décadas de fatiga y al parecer inviabilidad de nuestras instituciones, que no han alcanzado la condición de republicanas y que se nos interponen como escollos que nos impiden repetidamente organizarnos como sociedad democrática, surge el asalto al Capitolio norteamericano, mueca de espanto que debe llevarnos al autoexamen.

Me siento obligado a insistir con Bosch repasando de manera puntual la azarosa década en que tuvimos unos 7 gobiernos en tres meses, una elección democrática, dos o tres golpes de estado, incluyendo el que lo derrocó, una guerra civil y la segunda ocupación norteamericana en menos de un siglo.

Quienes lleguen al final de la lectura de este libro, alertaba don Juan, podría llegar a la conclusión de que el pueblo dominicano fracasó en su propósito de organizarse como una democracia al estilo occidental.

Medio siglo después de esa severa conclusión de Bosch, el analista periodístico Manuel Figueroa, de Listín Diario, reflexionaba en esta semana cómo los gobiernos surgidos como herencia del boschismo fracasaron en convertir su pensamiento en práctica de políticas públicas en favor de la sociedad.

Ahora Luis Abinader, un presidente nacido después de los fatídicos avatares que nos han venido marcando, le propone a la sociedad dominicana repensarse como nuevo proyecto de nación, fundamentado en el fortalecimiento de las instituciones republicanas y democráticas.

Si USA, que ha tenido un largo período de fortalecimiento institucional tiene tales espasmos, nosotros tenemos que tomarlos como estremecimientos que deben llamarnos seriamente la atención.

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