Reclamar, protestar y exigir mejoras sectoriales será siempre un derecho sagrado, que a nadie en su sano juicio se le puede ocurrir coartar, y mucho menos en un Estado de derecho como del que afortunadamente disfrutamos en República Dominicana.
Siempre he defendido a capa y espada esta prerrogativa ciudadana, a la que por principio estoy adherida y he proclamado a través de este espacio y en otros escenarios. La Constitución consagra este derecho, y cada dominicano debe ser compromisario de preservarlo para el fortalecimiento de nuestra democracia.
Sin embargo, este derecho no puede vulnerar el orden establecido ni rebasar los límites de la cordura. Protesta no pude ser nunca sinónimo de irracionalidad, sino que debe verse como un mecanismo de presión para obtener objetivos predefinidos, que de alcanzarlos han de beneficiar a la colectividad.
Protesta es también la búsqueda de concertación mediante el diálogo concienzudo, con actitud de ceder ante argumentos realmente convincentes y sin perder de vista que el fin fundamental es alcanzar acuerdos que favorezcan la causa que se persigue. Por esta razón, no entiendo (y estoy segura que muchos igual que yo) el comportamiento arrogante de los directivos del Colegio Médico Dominicano (CMD), de convocar a paros en las labores hospitalarias cuando les venga en gana, usando como elemento de chantaje el impacto que produce esta paralización.
Los médicos exigen de todo, pero haciendo énfasis en mejoras salariales para esta clase profesional, tan necesaria para el Estado dominicano. Estas demandas en parte han sido favorecidas por el Gobierno, a través de aumentos salariales comparablemente significativos.
Parar los trabajos en un hospital tiene consecuencias funestas para cientos de miles de personas que acuden a diversos centros de salud en busca de curación. Esto no puede ser ni puede continuar.
El gobierno debe buscar alguna forma, aplicar medidas drásticas, para impedir que el CMD siga recordándonos que representan el gremio más temido que existe en nuestro país, porque sus acciones, más que concitar apoyo, motivan rechazos y otros tipos de sentimientos.
La gente está cansada de estas huelgas que trascienden lo que la razón misma permite. Y así no se pueden lograr objetivos reivindicativos, sobre la base de afectar la salud de mucha gente.
Los bajos salarios y situaciones que atentan contra el bienestar de los trabajadores y empleados, es una realidad que igual preocupa a otras clases profesionales.
Los médicos deben entender de una buena vez que la agenda del Estado dominicano no está focalizada en un sector, sino en el bienestar de todos los ciudadanos.