Hay amigos para todo. Están los de la chercha, que te hacen sonreír con solo verlos o desprenderte carcajadas con sus ocurrencias; aquellos que aparentemente no se toman nada a pecho, pero son una terapia efectiva para que olvides preocupaciones. Los que siempre están de buen humor para arreglarte el día, en contraste con sus propias necesidades y carencias; los que te relajan y no te cargan porque su misión es alegrarte.

Están los filósofos que analizan las realidades como si estuvieran flotando sobre ellas y buscan sabiduría y enseñanza en los eventos más nimios. También los dispuestos, con los que puedes contar siempre y solo aparecen ante las necesidades y contratiempos porque la mundanal diversión les es ajena. Los terapeutas que saben guiarte en tus conflictos existenciales, mejor que si fueran suyos porque para todo tienen una posible explicación y son una fuente constante de soluciones (aunque a veces no se las apliquen ellos mismos).

Los leales hasta la muerte para defender tu postura e intereses, aun sabiendo que no siempre tienes la razón, pero igual te defienden, aunque estén convencidos de lo contrario. Esos para los que tus adversarios son los suyos, los que les basta te hayan ofendido para estar dispuestos a pelear tus causas, como si fueran propias. Los que en la distancia te hacen sentir su compañía porque los años solo han podido fortalecer esos vínculos que la lejanía no ha podido quebrar, esos que son el primer nombre que piensas ante alguna desgracia o algún éxito porque celebrarán contigo con sinceridad, como si el logro fuera de ellos.

Los cercanos, aspirantes a amigos que, con su trato cordial, pero distante, te permiten distinguir la gema auténtica de la falsa y apreciar la real. Igual el que te admira a través de la envidia, que es una forma distorsionada de querer igualarte, con el que aprendes a valorar al verdadero y a entender que no estás pasando desapercibido en el mundo porque alguien aspira a lo que tienes o a ser como tú. La madurez te enseña a ser cada vez más selectivo con tu entorno y también agradecido por merecer la amistad de quienes te quieren, tal como eres, con esos defectos particulares y esas virtudes que, aun escasas, prevalecen para mantener tu atractivo. Ese amigo vela que te impulsa para avanzar con el soplo de su confianza y que te elige como su familia porque, más que parientes, son hermanos. Tal vez sea manida la frase de que el que tiene un amigo tiene un tesoro, pero en realidad, el único lugar para guardarlos es en el cofre del corazón.

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