Diversos medios del mundo cubrieron la noticia del nombramiento de la nueva secretaria de prensa de la Casa Blanca. Es la primera vez en la historia que una mujer negra y abiertamente lesbiana ocupa esa posición.
Tras el nombramiento de Karina Jean-Pierre como la portavoz de la administración de Joe Biden, el debate tuvo presencia en todas las redes sociales. Hubo expresiones de orgullo y de rechazo.

Las manifestaciones de alegría tuvieron que ver con la visibilización de poblaciones que suelen recibir vulneración de derechos. En un sólo gesto, las mujeres negras y la comunidad LGBT experimentaron una inyección de reconocimiento.

Entre las discusiones recordé una situación que me ocurre cuando voy a algunas instituciones públicas y empresas. Con cierta frecuencia me dicen que quieren contratar personas con discapacidad.

En la guía Morder Al Perro (disponible en la página web de la Fundación Francina), José Beltrán cita el caso de un empleador que mostraba su orgullo por contratar a dos hermanos con discapacidad auditiva. En la pieza ejemplificaba la mala práctica de sustituir las competencias por la condición.

Por lo regular, cuando una empresa dice que quiere emplear a personas con discapacidad, deja de lado las competencias. Y como si se tratara de una operación aritmética, a esa declaración se le suma una posición poco remunerada, la contratación de una persona poco cualificada y la conclusión de que es difícil trabajar con algún personal con discapacidad.

Independientemente de las competencias de Jean-Pierre para ocupar el puesto de secretaria de prensa, despierta interés el giro que tomó la conversación alrededor de su color y orientación sexual. Con frecuencia, activistas y organizaciones de derechos humanos trabajan por la equiparación de oportunidades. Es decir, que cada individuo acceda a educación, puestos laborales y servicios básicos, en base a su capacidad.

Con todo, sí es motivo de celebración la noticia del gobierno estadounidense. Pues, aunque el ideal es que color, orientación sexual o condición física y sensorial no formen parte de la conversación laboral, todavía representan muros de crecimiento profesional y personal.

Sólo en la República Dominicana las mujeres son más pobres que los hombres. Las personas con discapacidad tienen el doble de inactividad económica. Y nueve de cada diez personas con alguna discapacidad carece de acceso a educación.

Entonces, aunque es absurdo subsumir la orientación sexual y el color de Jean-Pierre en la conversación, es necesario.
Justamente, porque las barreras sociales que viven distintas personas en función a rasgos externos está cargada de altísimos niveles de absurdidad.

Vestimenta, peinado, zona de residencia e incluso universidad en la que se realizaron estudios, pueden convertirse en muros infranqueables al solicitar un empleo.

Me gustaría que en algún momento, en la República Dominicana una persona con discapacidad pueda ocupar un puesto de decisión sin encerrarse en la etiqueta. Sin embargo, todavía permanece la idea de que las posiciones de poder pertenecen a estereotipos que perpetúan las diferencias.

En definitiva, el objetivo de quienes trabajamos por la participación igualitaria de todas las personas es que discapacidad, orientación sexual u origen dejen de ser noticia o tema de discusión en materia de derechos. Mientras tanto, que una mujer lesbiana y negra o una persona con discapacidad ocupen una posición de poder, es un motivo de satisfacción.

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