El pasado el 17 de septiembre se cumplieron 166 años de la promulgación de la Constitución de 1907 que, a su vez, reformó la de 1896, conocida la Constitución de Lilís.

Para esta modificación el Congreso tomó como base un proyecto de corte liberal que había sido sometido, en el año 1901, durante el primer período de gobierno de don Juan Isidro Jimenes.

Entre otras modificaciones relevantes esta reforma suprimió, de manera general y para todos los casos, la pena de muerte. Esa fórmula fue morigerada en la reforma de 1908 y retomada desde la Constitución de 1924 hasta nuestros días.

De igual manera, estableció -por primera vez- la Asamblea Constituyente como organismo competente para su reforma, y dejó en manos del Congreso la facultad de declarar la necesidad de reformarla.

También fue la Constitución de 1907 la primera en esbozar la creación del sistema judicial, tal como lo tenemos hoy, estableciendo que la ley crearía las Cortes de Apelación y podría dar a la Suprema Corte atribuciones de Corte de Casación cuando lo juzgara conveniente (Artículo 62).

Esta reforma, empero, no contó con la aprobación del presidente de la República, Ramón Cáceres, que pretendió observarla, pero al convencerse de que eso no era jurídicamente posible, retardó su publicación por casi tres meses.

Tal retardo viabilizó, entre otros hechos, la ejecución del reo Julián de los Reyes que había sido condenado a la pena capital por la Suprema Corte de Justicia en fecha 19 de julio, aun cuando el Congreso ya había aprobado la reforma que suprimía la pena de muerte.

A apenas dos meses después de promulgada esta Constitución, el Congreso Nacional decretó la necesidad de la reforma y convocó a una Asamblea Constituyente que se reunió en Santiago.

En febrero de 1908 sería aprobada la nueva reforma que -entre otras medidas- restableció la pena de muerte para los crímenes que no fueran de naturaleza política, suprimió el cargo de vicepresidente de la República y diseñó el modelo de la nacionalidad dominicana que, más tarde, fuera restablecido por la Constitución de 1929.

Los acontecimientos políticos y, sobre todo, la voluntad del presidente del momento, llevaron al constituyente a una involución de la que, por suerte, salimos unos años más tarde.

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