Coincidiendo con las fiestas patronales de Constanza de este año 2019, el 24 de septiembre se abrieron los cielos para descargar mucho más de los “2 pesos de Agua” de la célebre narración del ilustre cuentista dominicano, Don Juan Bosch. Daños infinitos, algunos aun sin detectar, produjeron esas aguas: gran cantidad de bombas estacionarias que funcionaban a la orilla de los ríos y arroyos fueron arrastradas, dañadas y muchas irrecuperables.
Animales que pastaban en las cercanías de las aguas perecieron ahogadas; cultivos perdidos, tierras llenas de escombros y piedras; 8 puentes de distintas magnitudes fueron dañados por la fuerza descomunal de aguas en busca de salida, dejando comunidades incomunicadas. El daño en las vías terrestres aun esta por evaluar y tomará tiempo reparar los caminos vecinales afectados por esta bravuconada de la naturaleza misma. Muchas casas fueron embestidas por las aguas fuera del cauce conocido con grandes daños materiales. Muchas personas de escasos recursos perdieron sus ajuares, conseguidos con grandes sacrificios y limitaciones. Agraciadamente no se conoce de pérdidas de vidas. Ha habido cálculos que colocan en 4,000 el número de tareas de cultivos varios en la zona. El río Tireo, el hilo de agua que suele ser se convirtió en pocas horas en un monstruo hídrico de mil cabezas, que reclamó tierras que habían sido suyas en los millones de años que tiene su serpenteante cauce. Además de daños incalculables, esta indeseada manifestación de la naturaleza, dejo dolorosas lecciones por el permanente abuso a que está sometido cualquier corriente de la hidrografía criolla. Es inconmensurable la cantidad de tierra fértil que esta inundación envió hacia el mar. Basta observar el terrible e irrecuperable daño sostenido, sobre el mismo río en la zona de El Paraguas, al extremo que la Presa de Panalito, alimentada por el agua generada en esa vía, tiene que programar su generación eléctrica porque se agota el embalse por falta de líquido. Las precipitaciones de ese Día de las Mercedes fueron excepcionales y caídas en un corta lapso de tiempo, pero las tierras de Constanza han perdido su capacidad natural ante la agresión a que ha sido sometida por cultivadores, sin ningún control estatal. La deforestación ha logrado que toda lluvia se convierta en agua de correntía por la incapacidad de conservarla en el sistema natural de retención. Un refrán criollo dice que: El dominicano se acuerda de Santa Bárbara, cuando truena, en señal de que pasado un tiempo olvidamos lo ocurrido antes. Baste recordar las muertes en La Mesopotamia de San Juan de la Maguana, que han vuelto a construir en el propio lugar de la tragedia. Es probable que buena parte de los habitantes de esas zonas, nunca hubieran visto inundaciones de ese tipo en valles de calmada vida y actividad y afanes laborales constantes. Esto puede repetirse, con resultados nefastos, ante una Madre Naturaleza muy herida.

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