César Mañana celebramos el 159 aniversario de la llamada Restauración de la República, en España conocida como Guerra de Santo Domingo, con escaso conocimiento por la mayoría de los dominicanos, de lo que significó este magno evento histórico y sus incidencias. De hecho, la fecha del 16 corresponde al Grito de Capotillo, que fue en esencia la declaración de guerra de los dominicanos contra una dominación española no deseada por la mayoría. Santiago Rodríguez, Benito Monción y otros, 14 en total, que, en el remoto Cerro de Capotillo en la hoy provincia de Dajabón a 8 kilómetros de Loma de Cabrera y 18 de Dajabón, en el noroeste del país, izaron la bandera dominicana, confeccionada por el santomeño Huberto Marzán, el domingo 16 de agosto de 1863. Este serviría de inspiración al Grito de Yara, en Cuba y al de Lares, en Puerto Rico como muestra de que podía luchar contra España, y ganar. Habían ocurrido hasta entonces muchas hostilidades y encuentros armados contra el ejército de ocupación. Pedro Santana había desplazado de la presidencia a Buenaventura Báez, en el 1861, quien había quebrado el tesoro nacional en su provecho y, en un acto inconsulto e impopular materializó planes de anexar la República a España, con el pretexto de una nueva invasión haitiana. La Reina Isabel II de España, aprovechando condiciones geopolíticas de que Estados Unidos estaba enfrascado en su Guerra Civil, quiso utilizar la provincia ultramarina de Santo Domingo, en interés de recuperar parte de América, sin entender que esos pueblos no querían la tutela española. Las tropas llegaron desde Puerto Rico y Cuba, anunciándose el 18 de marzo de 1861 la anexión al reino de España, apenas 17 años después de la independencia lograda de Haití. Ya el 2 de mayo, José Contreras iniciaba una fallida rebelión. Francisco del Rosario Sánchez entró por Haití liderando un movimiento rebelde y fue traicionado, capturado y fusilado el 4 de Julio del ’61. Santana renuncia a la Gobernación en enero de 1862 por serias diferencias con los españoles, que se enseñorearon como entes superiores con natural desprecio contra los locales. Crecía el ánimo negativo de unos que no vinieron como aliados ni compueblanos de una ilusoria “provincia ultramarina”. La política de los “bagajes” les permitía adueñarse de cualquier animal sin garantías de compensación o devolución, siendo probablemente esos animales de trabajo, el único haber de ese dominicano. El Arzobispo Bienvenido Monzón forzó para que las uniones de parejas estuvieran bajo el matrimonio, católico, declarando ilegítimos a los hijos habidos en esas condiciones, irritando aún más los ánimos nacionales. Impusieron aranceles mas altos a los productos no españoles y trataron de crear un monopolio con el tabaco cibaeño y para rematar se rumoraba, con alguna veracidad, que se proponían enviar los negros a Cuba y Puerto Rico y restablecer la esclavitud.

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