A propósito de que siempre recomiendo crear el hábito de la lectura para mejorar nuestra gramática y agudizar nuestra inteligencia, alguien me decía el otro día, tras leer nuestro artículo del jueves pasado, “conozco gente que lee mucho y no sabe escribir”.
En el rápido intercambio, le dije que habría que ver el problema que allí radica, porque ciertamente el grado de profundidad que damos a la lectura y el espacio en el que lo hacemos influye mucho.

Hay quienes leen y se quedan con mucho del contenido que han consumido, porque se concentraron en lo que hacían, y esto no es más que una muestra que me invita a decirme a mí misma: leer por encima, NO ES LEER.

Y como el universo conspira y coloca en sintonía lo que hacemos y lo que pensamos, para enriquecer significativamente las inquietudes de la introducción aquí planteada, alguien me envió un escrito titulado “Qué es la lectura profunda y cómo afecta (para bien) tu cerebro”, de la BBC Mundo: una joya que invito a procurar.

Dicho artículo expone posiciones sumamente interesantes de la neurocientífica Marianne Wolf, quien nos recuerda que la alfabetización es uno de los más grandes inventos de la especie humana y que la misma, no solo es útil sino tan poderosa que transforma nuestras mentes y aún más: “la lectura literalmente cambia el cerebro”.

“Cuando leemos a nivel superficial, solo estamos obteniendo la información. Cuando leemos profundamente, estamos usando mucho más de nuestra corteza cerebral”, explica Wolf en el citado artículo y es a lo que me refiero.

¿Qué tanta atención prestamos a lo que leemos y qué tan concentrados estamos al hacerlo? Esto será fundamental para absorber el contenido que consumimos.

“La lectura profunda significa que hacemos analogías, hacemos inferencias, lo que nos permite ser seres humanos verdaderamente críticos, analíticos, empáticos”, explica Wolf en su artículo, con lo que estoy totalmente de acuerdo.

Si no nos estamos quedando con la esencia de lo que leemos, debemos revisar nuestra concentración y los espacios que utilizamos para la lectura.

Hay una frase de “El cartero”, de Neruda, que jamás he olvidado: “Tu sonrisa se expande como el vuelo de una mariposa”. Ese libro lo leí en mi adolescencia y cada vez que alguien me habla de las metáforas, esa cita viene de inmediato a mi cerebro y evoca en mí todo lo aprendido hace muchos años. Quise dejarlo como ejemplo para que se nos quede grabado el hecho cierto de que LEER POR ENCIMA, NO ES LEER.
¡Gracias por leerme!

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