Cuando Omar Fernández promueve su campaña electoral bajo el concepto “La nueva historia continúa”, admite públicamente que “la vieja historia”, la escrita por su padre Leonel Fernández, fue decepcionante, frustratoria, fracasada y ha terminado en la suma de todas las derrotas.

Advertido de que su padre es un ancla que todo lo hala hacia abajo, el hijo toma distancia conceptual del pesado fardo que representa su progenitor en términos de atractivo electoral.

Es el drama que viven también los candidatos municipales y legislativos de la FUPU obligados a colocar en afiches, banners y vallas sus fotos promocionales junto a la del político con mayor tasa de rechazo, según todas las encuestas.

El alto rechazo y descrédito en que ha caído Leonel explican por qué el pasado PLD-FUPU se mantiene fuera de competencia en las elecciones municipales, legislativas y presidenciales, y sin perspectiva alguna de repunte y crecimiento.

Todo tiene su explicación en que Leonel fue el conceptualizador de la “fábrica de presidentes”, que en 5 gobiernos -incluyendo tres de él- sumió al país en dos décadas de corrupción, impunidad y desguañangue institucional.

Fue líder y presidente del partido que administró el más largo período de gobierno de las últimas décadas, sin ser capaz de trazar una sola de las líneas gruesas que apalancaran un modelo de desarrollo equitativo, incluyente y capaz de crear la riqueza social necesaria para desmontar el manto de desigualdad y atraso prevaleciente por tanto tiempo, y convertirnos en una democracia social, organizada y moderna.

Uno los oye a esos sinvergüenzas del pasado cuestionar los sistemas de educación, salud, seguridad ciudadana, los déficits de agua o de electricidad y otras carencias, como si el PLD de Leonel y de Danilo no hubiese permanecido 20 años en el gobierno, hasta hace poco, sin ser capaces de desarrollar estrategias que empezaran a resolver uno solo de esos problemas.

Además de todo el mal que como figura de Estado ha causado Leonel Fernández al país, su conducta personal su ambición obsesiva, rayana en lo patológico, como afirmara Temístocles Montás alguna vez, ha causado otros daños colaterales.

La ruptura irreconciliable con su alter ego Danilo Medina, el estratega que lo llevó y mantuvo en el poder, se atribuye a que por su ambición desmedida Leonel incumplió un pacto de caballeros entre ellos, de que después de que él fuera presidente, iría Danilo.

Esa misma ambición le impidió convertir a su esposa Margarita Cedeño, quien tuvo la oportunidad y las condiciones para convertirse en la primera mujer presidenta de la República, reivindicando con ello los extraordinarios logros y avances que han tenido nuestras féminas en los últimos 30 años.

Y ahora su hijo Omar, sintiéndose amenazado en sus aspiraciones por la mala reputación política de su padre, pide al electorado que lo dejen escribir “una nueva historia”.

Sinopsis: Leonel le falló al país al incumplirle su promesa de abrirle “un nuevo camino”, y tras 20 años en el poder dejarle un país sumido en el subdesarrollo, la desigualdad y el atraso.

Políticamente traicionó a su mejor amigo, no apoyó a su esposa y con ella a la mujer dominicana, y lega un oscuro futuro a su hijo, quien se ve obligado a promoverse negando la trayectoria de su padre.

Nunca en la historia del país se sumaron tantas derrotas y tanta decepción en un solo político, que a la vez encarna y representa la anaiboa de todos los males engendrados por el pasado PLD-Fupu.
Por eso Leonel es un ancla que hala hacia abajo a todo el pasado PLD-Fupu.

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