Hace poco un acucioso y joven amigo -economista-conferencista- me puso a reflexionar sobre cuál fue el legado -real- del ex presidente José -Pepe- Mujica de Uruguay, mas allá de su proverbial honestidad, frugalidad y plante de filósofo -de reflexiones oportunas y frases lapidarias-.

La invitación del amigo, confieso, no la capté en el momento; pero al oírlo razonar, con más atención, caí en lo que quería insinuarme: el porqué no indagar en el legado del presidente Mujica, más allá de su ética-filosófica, y adentrarnos; aunque fuere tangencialmente, en las realizaciones concretas, si las hubo, de una gestión de gobierno para hacer un balance entre, si se quiere, el decir y el obrar, y a partir de ahí, diferenciar al Mujica filósofo-disertante del estadista-Presidente, que llevó a cabo una obra importante o trascedente de gobierno. O si acaso, su gran mérito fue el haber sido el único Presidente -del llamado Socialismo del siglo-XXI- que salió de la presidencia librado de juicios políticos y acusaciones de corrupción. Que, en todo caso, y, en mi opinión, es un gran mérito-referente, en estos tiempos de descrédito político-universal.

No obstante, mi amigo insiste, con razón, en ir más allá de esa verdad ética, pues entiende que a un presidente no solo se le elige, exclusivamente, para que sea honesto -algo que él valora- sino para que realice una gestión gubernamental que impacte o, de alguna forma, transforme una realidad sociopolítica-económica-cultural que, en el caso de Latinoamérica -por ser de las regiones más desigual del mundo-, se presupone que un Presidente, como Mujica, fue más allá del discurso moralista-filosófico que exhibió-practicó.

Sin embargo, una simple búsqueda nos arroja que, la gestión de gobierno de Mujica, si partimos de un antes y después, en término estrictamente histórico-comparativo, no marcó ruptura estructural -más allá de cambiar la forma de hacer política, despenalizar el aborto, legalizar la mariguana y aprobar el matrimonio homosexual (pura súper-estructura-política-ideológica)-, máxime cuando confesó, en múltiples entrevistas, que ni siquiera pudo eliminar una burocracia palaciega que entendía innecesaria-numeraria en un Uruguay casi siempre dividido respecto a su estilo-gestión.

Por supuesto, este artículo no agota el tema y ni siquiera pretende inducir a ningún juicio de valor preconcebido-concluyente; pero sí vale la pena, tal cual plantea mi amigo, realizar una investigación histórica-sociológica -comparativa-; y quizás extensiva, al grupo de Presidentes -ortodoxos u ecléticos- del llamado Socialismo del siglo-XXI y sus pares-antípodas de la derecha, para auscultar, entre otros aspectos, sobre cómo cambiaron a sus sociedades, más allá de discursos éticos-filosóficos, populismo, “capitalismo salvaje” e ideologías.

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