Nayib Bukele es un político y empresario que gobierna El Salvador desde junio de 2019. Ganó las elecciones con mayoría absoluta, sin pertenecer a ninguno de los partidos que tradicionalmente habían gobernado ese país.

Bukele se ha destacado por reducir drásticamente la criminalidad infernal bajo la cual vivían los salvadoreños, obligados incluso a pagar una mensualidad directa a los pandilleros para que los dejaran un poco en paz.

Con mano dura y mucha valentía, empoderó a miles de soldados, mejoró la seguridad de las cárceles y desafió a la comunidad internacional cuando comenzó a presionarlo para defenderles los derechos a esos criminales (los de las vīctimas no le importan). Es un gran defensor de la soberanía nacional.

En el 2022 ya había logrado reducir en un 57 % la tasa de homicidios. No ha de extrañar entonces que su política anticrimen goce de un 91 pc de aceptación y que su partido ganara las elecciones legislativas y municipales en el 2021.

Los salvadoreños están felices con su presidente. Más estables, y con mejor calidad de vida. Bukele también está enfocado en mejorar el turismo y la inversión extranjera, mercadeando internacionalmente este nuevo ambiente de orden y paz, invierte en infraestructuras y arregla calles y avenidas con acceso a playas. El Salvador es hoy el anfitrión de la competencia de surf más grande del mundo, de los juegos centroamericanos y del próximo Miss Universo.

No le gusta el socialismo, e incentiva la cultura de que cada cual se gane lo suyo y asuma la responsabilidad de su destino, sin estar esperando que el gobierno le resuelva.

¡Al fin uno que se atreve a menospreciar la cultura del “dao” que tanto gusta a nuestros gobernantes!
No obstante, con grupos muy vulnerables ha sido caritativo. En su desempeño como alcalde, regalaba canastas de comida a los ancianos y donó su salario para financiar becas universitarias.

No le gusta un Estado grande y despilfarrador… y ha propuesto la reducción de municipios y de instituciones públicas. Cree que “más impuestos significan menos oportunidades” y está a favor del libre mercado, sin muchas regulaciones.

Mantiene superávit primario, y esto es excelente para darle estabilidad al manejo de la deuda, e incluso poder disminuirla.

Su tono es sin duda autoritario y medio dictatorial. No solo le salió en su trato a los pandilleros, sino con sus draconianas medidas de confinamiento y control de precios en la pandemia. Existe una especie de alerta sobre esta tendencia, que pudiese acrecentarse con el tiempo.

A los salvadoreños no les importa, y es prácticamente un hecho que lo reeligirán en las próximas elecciones.

Si se comparan con el resto de América Latina, pues obviamente no quieren lo que un Petro, un Maduro, un Fernández o un Ortega les están haciendo a sus países.

Los dominicanos estarían también felices con un Bukele. No solo porque entre sus principales problemas están la inseguridad, el galopante endeudamiento y el desorden en sus instituciones gubernamentales (los millones de libros apilados que habrá que quemar en el Ministerio de Educación es la más reciente y escandalosa evidencia de esto último), sino también por la pesadilla que significa tener a Haití de vecino.
Me pregunto si existe alguien que se le acerque en el escenario político. Quizá sí…

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