El diseño arquitectónico comprende, en sus conceptos básicos, la inclusión de sanitarios que, en función del número de personas que concurren al lugar, se definen sus características. Las normas sanitarias locales establecen una serie de características que deben ser cumplidas, para lugares públicos, donde acude gran número de personas, trátese de oficinas gubernamentales, centros comerciales, bancos e infinidad de lugares de fluida asistencia. En la práctica, da la impresión de que entre lo definido teóricamente, con marcada intención práctica, se altera en la realidad por: violación de normas; error en la concepción arquitectónica; costos de construcción en lo que a ingeniería se refiere o “ahorros” de los promotores. Baste el ejemplo de un conocido hospital, donde se han trastocado todas esas normas y muchos sanitarios han sido transformados en áreas de usos distintos. Eso se repite en infinidad de centros oficiales, de la más diversa índole. Donde quiera que el público concurre, para negocios o para gestiones oficiales, debe haber sanitarios en condiciones de higiene aceptables y suministro de material para su uso. La realidad nacional es otra: los edificios públicos dejan mucho que desear en esos aspectos ya sea por la condición de los sistemas o por la carencia de agua, jabón, papel y otros y hasta por deficiencia del personal encargado. En los centros comerciales, los sanitarios se ubican a gran distancia de las zonas de movimiento mayor o sus unidades no guardan relación con el número de usuarios. Mala práctica, es mezclar empleados con clientes y allí uno observa carencia de criterios de higiene personal de quienes han de manipular alimentos o tener relación directa con el público. En cada piso debe haber facilidades sanitarias y no poner al cliente, quizás en apuros, a recorrer una distancia maratónica para alcanzarlo. Los bancos comerciales, en muchos casos, carecen de servicios sanitarios accesibles al público o en el caso de una sucursal recién reacondicionada del banco estatal, se requiere que un guardián, cuando pueda, acompañe al cliente hasta el servicio, y se queda afuera esperando para “custodiarlo”. A las personas, con la edad, se les aflojan hasta los resortes y es angustiante, esperar voluntades ajenas para poder satisfacer necesidades naturales propias. Se “ruega” a que le “presten” un baño, cuando es una obligación que existan y estén disponibles, sin asistencia, sin “ayudas”. Existe una cultura de menosprecio a un asunto tan natural, como el de tener que disponer de los desechos de cuanto ingerimos, pero nos asombramos cuando vemos a una persona convirtiendo cualquier rincón, en el urinal que falta. Te invito lector, a que observes en cualquier lugar de concurrencia numerosa donde vayas, si existen sanitarios y qué tan fácil resulta acceder a ellos y más aún, en qué condiciones se encuentran. Si a los hombres nos resulta difícil, a las mujeres, imposible.

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