Desde la pasada semana periodistas, líderes religiosos y representantes de diferentes instituciones sociales han estado inmersos en una polémica pública a propósito de la divulgación de la Orden Departamental 33-2019 del Ministerio de Educación (Minerd). Esta orden establece la implementación de la política de género en el sistema, y responsabiliza a la Dirección de Equidad de Género y Desarrollo del Minerd de la coordinación de su implementación en las escuelas y demás instancias regionales y distritales.

La citada orden apela, desde algunos de sus considerandos, al derecho a la igualdad entre hombres y mujeres que establece la Constitución, la Estrategia Nacional de Desarrollo, la propia Ley de Educación, y a los compromisos internacionales del Estado dominicano de cumplir los pactos en esta materia. La Orden tiene objetivos en cuanto a “priorizar el diseño y la implementación de la política de género en el sistema, en sus planes, estrategias y actividades; propiciar herramientas pedagógicas que promuevan una educación no sexista; promover el enfoque de género desde el desarrollo de las competencias fundamentales que establece el currículo vigente y trazar las pautas para contribuir a la desconstrucción de los estereotipos de género que permea nuestra sociedad dominicana”.

Repasé cada línea del documento; no promueve la sexualidad a destiempo, o la homosexualidad; no representa una amenaza para los valores familiares; procura contribuir a cerrar la brecha de desigualdad entre hombre y mujeres que, a su vez ha generado exclusión y violencia doméstica. En República Dominicana, un 35 % de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia por parte de sus parejas y somos uno de los países de la región con mayor número de embarazos en adolescentes; éstas son solo algunas estadísticas que reflejan la vulnerabilidad de nuestras mujeres y niñas. ¿Vamos a seguir indiferentes ante estas realidades? ¿Vamos a seguir limitando a nuestras mujeres las oportunidades de acceso al desarrollo y a la posibilidad de una vida digna?

Invito a leer esta orden con la cabeza desprejuiciada y el corazón abierto, invito a coadyuvar a su implementación con la sensibilidad y la misericordia que debemos exhibir los buenos cristianos.

Finalmente, Invito a leer las sabias reflexiones del papa Francisco sobre estos temas controversiales, y sobre el rol de primer orden que el propio papa asigna a la escuela frente a los desafíos contemporáneos.

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