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Los más connotados académicos del periodismo nunca dejan de educar a sus alumnos en base a la tradicional y vieja Pirámide Invertida en la que, como lo indica su nombre, el reportero, cuando redacta una noticia, debe colocar arriba los principales datos de la información y abajo, de último, los menos importantes.

Sin embargo, muchas veces el moderno sistema informativo ha ocasionado limitaciones en un considerable segmento de la prensa local debido a la facilidad que le da la Internet.

Es decir, logra hacer amplias publicaciones, pero -y subrayo este aspecto- sin perder la función del talento e ingenio de capacitados periodistas. También acotar que el avance o desarrollo del modernismo computarizado, no significa que los redactores de estos tiempos vivan estancados.

Porque, además, el intelecto y la iniciativa profesional del periodismo caminan al mismo paso del imparable avance de la ciencia comunicacional que marca la tecnología más sofisticada.

Pifias periodísticas: En el diarismo nacional se cometen “muchas pifias gramaticales”. Entre esas pifias anoto las siguientes: En una noticia el periodista redacta: “Los profesores y las profesoras comenzaron una huelga”. “De hecho, según se dijo, hacer huelgas no es correcto”. Basta con escribir: Los profesores comenzaron una huelga. Tampoco se debe escribir “de hecho”. Es una frase muy manida que está de más.

Más pifias: Leemos con frecuencia el mal uso de algunos términos. En español el plural en masculino implica ambos géneros. Una persona, al dirigirse al público, no debe decir “los dominicanos y dominicanas o los niños y niñas”. Lo correcto es decir o escribir los niños. O los dominicanos.

Aquí un ejemplo -chistoso, por demás- en el que se evidencia la incorrecta aplicación del castellano:” La pacienta era una estudianta adolescenta de las cantantas y la velaron en capilla ardianta”.

¡Qué barrabasada gramatical!

Cuando se trata del género femenino no se dice ni se escribe “presidenta”. Se escribe y se dice presidente. Es bueno aprender de qué y cómo estamos hablando o escribiendo.

Conclusión: No dejemos desfallecer el periodismo pulcro, límpido y bien trabajado. No permitamos que este noble oficio sea “desdeñado” por quienes -principalmente en la redacción- atropellen nuestro idioma.

Los periodistas, que trabajan en función del respeto a los postulados, principios y ética, están también en la obligación de velar por su correcta praxis y, además, actuar como vigilantes del buen escribir y el buen decir.

Hay más interminables pifias, pero el angosto espacio no permite que las sume a las citadas.

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